PRIMERA INFANCIA Y PANDEMIA.
El mundo se desbarata y hay que quedarse en casa.
¡ALARMA,
EMERGENCIA, CRISIS SANITARIA, CONFINAMIENTO, COVID 19, MÁSCARILLA, CORONAVIRUS,
PANDEMIA, EPI, RESPIRADOR, UCI……!
Una mañana
de marzo así, de golpe y porrazo, comienzan a EMERGER en la vida de las peques palabras y términos raros,
intrigantes, reiterativos, expresados sin cesar por las personas adultas más
cercanas en casa y más lejanas a través de todos los medios de comunicación.
Niños y niñas sumergidas en la emergencia sanitaria.
¡JUGAR, PARQUE, ÁRBOLES, AMIGAS, ABUELOS, ESCUELA, AIRE FRESCO,
MOVIMIENTO, CORRER, SALTAR, GRITAR, CLASE, COMPAÑEROS, JUGAR, SALTAR, GRITAR, EDUCADORAS,
MAESTRAS, EXCURSIONES, ABRAZOS, CORRER, SUBIR, BAJAR, CERROS, PÁJAROS, GRITAR,
CORRER, TOCAR, FLORES, PRIMAS, BESOS, PRIMOS, LA BICI, EL BALÓN, EL PATINETE,
EL RÍO, EL PATIO DE LA ESCUELA, TU MANO…!
Y el mismo
día, esa misma mañana de marzo así, de golpe y porrazo, comienzan a SUMERGIRSE palabras y términos cercanos,
conocidos, seguros, vivenciados por las peques, a veces expresados por las
personas adultas cercanas y omitidas generalmente por los medios de
comunicación. Se sumerge la escuela y con ella los compañeros y compañeras, las
referencias de apego, los espacios de juego compartido. Se sumergen los abuelos
y con ellos las personas que acompañan, aman, cuidan, escuchan… Se sumergen otros
familiares y con ellos su vinculación con las personas más cercanas. Se
sumergen los espacios de juego y descubrimiento al aire libre y con ellos se
reduce enormemente la posibilidad de explorar, indagar, dar rienda suelta a la
curiosidad y al descubrimiento del mundo. Las rutinas se ven completamente modificadas,
y con ellas se altera el ritmo vital y la seguridad ante el mundo se tambalea.
Y EMERGEN
las pantallas, los juegos on line, y los deberes y ¡estate quieta!... y ¿por
qué lloras?..., y ¡es que ya no te aguanto más!, la limitación impuesta a su
necesidad vital de juego, ¡no griteeees….! y los deberes, el teletrabajo de los padres y madres y el
telejuego impuesto, y ¡me aburro..!, y más deberes, ¡y es que no sé qué hacer
contigo…!, y las series de dibujos animados engullendo tiempo y suplantando
apego humano, juego, movimiento y relación entre iguales, mi mamá se ha vuelto
muy rara y habla mirando cuadraditos en la pantalla del ordenador y el móvil
que no deja de sonar y a mi papá parece que se le ha quedado el dedo pegado en
la pantalla, y yo sola con mucho miedo y sin voz…. Al mismo tiempo, en el mejor de los casos, con suerte para
algunas peques emerge también el tiempo en familia, la cocina compartida, el
disfrute de estar juntos, el tiempo recuperado, el espacio del hogar vivido con
intensidad, el fortalecimiento de los vínculos de apego, el descubrimiento y la
escucha del verdadero ser de cada peque, el juego con los hermanos y hermanas,
las tareas compartidas, los recuerdos de vivencias, la recuperación de la
memoria familiar a través de imágenes, los cuentos… Al mismo tiempo, en el peor de los casos, por desgracia para algunas niñas, emergen también los cuidados impuestos, suplantando el poco tiempo para jugar para dejar al descubierto viejas espectativas de futuro...
Primera infancia, niñas y niños de 0 a 8 años
transitando por las mismas vivencias, inseguridades y dificultades que las
personas adultas inmersas en esta situación. Todo el mundo conocido con el que
tanto les costó vincular y establecer apego de pronto se aleja, sumergido en un
mar de incertidumbre y se vuelve invisible y sombrío. Y les toca como a todas
recopilar recuerdos, reconstruir vínculos, reinventar espacios y tiempo... Solo
existe una diferencia con las personas adultas, las peques tendrán que hacer su
duelo mudas, solas, desnudas y sin recursos para gestionar este torbellino de
emociones.
Una
vez más a las personas adultas se nos olvidó PREGUNTAR a las peques. Nuevamente
nos OLVIDAMOS de ESCUCHARLES. Nuevamente nos
OLVIDAMOS de sus DERECHOS. Y …otra
vez volvieron a ser INVISIBLES.
Derechos de los niños y niñas
ante la realidad de la omisión.
¡Qué paradoja!
Etimológicamente, in-fan-cia
proviene del latín in-fade, que es el bebé, el que no habla. Por extensión, el término infancia se aplicó a quien no tiene la palabra porque es
demasiado pequeño y no tiene nada interesante que decir... Sin
embargo, ahora sabemos que nuestro futuro personal y colectivo depende en gran
parte de la atención que le dediquemos a la infancia. Arnaiz Sancho, V (2017).[1]
Estoy segura que todas pensamos que dedicamos atención
a la infancia y que les escuchamos. Al mismo tiempo me pregunto, ¿alguna vez nos hemos preguntado desde dónde
les atendemos? Quizá estamos tan pendientes de protegerles que acabamos por
suplantar su voz para cubrirla con nuestros prejuicios, nuestras propias ideas,
desde nuestro propio cerebro, desde nuestro gran adultocentrismo, sin hacer siquiera
un pequeño esfuerzo por situarnos en su propio cerebro, por escucharles. Escuchar es preguntarse: ¿por qué hacen lo
que hacen?, ¿por qué dicen lo que dicen?; el porqué de sus acciones y de sus
respuestas. Quizá estamos tan pendientes de dedicarles nuestra propia
atención, de enseñarles, que nos olvidamos de sus verdaderas necesidades y acabamos ignorando sus verdaderos
aprendizajes,…sin prestar atención al proceso interno que ellos están
atravesando.[2]
A partir de la
promulgación de la Convención Internacional sobre los
Derechos de los niños en 1989, ratificada
en España en 1990, el Estado ha ido adecuando la legislación interna a los
principios contemplados en la Declaración, consagrando medidas especiales para
su protección, a nivel legislativo e incluso derechos constitucionales.
Entre los Derechos del niño y la niña destacan diez principios fundamentales:
- IGUALDAD: todos iguales, todos diferentes.
- PROTECCÓN: Los intereses de la infancia primero.
- IDENTIDAD: Ser una misma.
- CALIDAD DE VIDA: salud y bienestar.
- INTEGRACIÓN: cada cual según su necesidad y capacidad.
- AMOR: sentirse feliz, comprendido y aceptado.
- EDUCACIÓN Y JUEGO: aprendiendo a ser persona.
- AUXILIIO: S.O.S. que somos niños.
- DENUNCIA: contra el abuso y la explotación.
- SOLIDARIDAD: niños y niñas del mundo unidos.
Al mismo tiempo, el Comité de los Derechos de los Niños y Niñas realiza revisiones
periódicas de la Convención. Curiosamente en 2006 dicho comité emitió la Observación General N° 7 Realización de los derechos del niño en
la primera infancia.[3]
Entre otras cosas, acordó incluir en la definición de primera infancia a todos
los niños pequeños: desde el nacimiento y primer año de vida hasta los ocho
años de edad, recomendando a los estados partes reconsiderar sus obligaciones
hacia esta etapa de la vida a la luz de esa definición. En la última revisión[4],
realizada en 2010, entre
las conclusiones
finales sobre las mejoras para
la salud de los niños españoles que propuso el Comité de los Derechos de los Niños,
oído el informe de España están la calidad
de vida Infantil y Adolescente y la Participación Infantil
El papel del
Estado en lo concerniente a la implementación de políticas públicas destinadas
a la primera infancia se evidencia, al igual que en otros temas, por el
conjunto de acciones y omisiones que conforman la totalidad de iniciativas y de
respuestas, manifiestas o implícitas, en relación con esa temática.[5]
A pesar de que se han
ido realizando a lo largo de estos treinta años muchas y variadas iniciativas
destinadas a la primera infancia, durante esta crisis sanitaria han ido
EMERGIENDO graves omisiones que las
distintas instituciones públicas han venido ejerciendo de manera sistemática en
sus políticas contribuyendo poco a poco a hundir e invisibilizar a las peques.
Con una mirada paternalista, muy común en los sistemas sustentados en el
patriarcado, nadie se acordó de proteger realmente sus derechos y se empeñaron
en sobreprotegerlos subestimando sus necesidades y sus capacidades, vulnerando
el acuerdo para mejorar su salud integral, su calidad de vida y su
participación en la vida pública como ciudadanas.
Derecho a la
salud, pero ¿qué salud? Desde el primer
momento las decisiones se sustentaron en un enfoque sobre la salud centrado en
la ausencia de enfermedad, sin tener en consideración que la OMS, desde 1948,
la describe como un estado completo de bienestar físico, mental y social y no
solamente como ausencia de afección o enfermedades. Los perros podían cubrir
sus necesidades y es lógico y normal, saliendo a la calle. Las peques
permanecieron encerradas en sus casas, postergando sus necesidades vitales de
desarrollo, que están estrechamente relacionadas en la primera infancia con el
juego, el movimiento y la relación con sus iguales. Pediatras, Educadoras y
Psicólogas pusieron de manifiesto esta situación y nadie buscó una solución
razonable y segura. Lo cierto es que al mes de estar confinadas las peques
empezaron a manifestar diversos síntomas de malestar que reflejaban su
situación interna y muchos adultos le pusieron palabras a su voz enmudecida
“están empezando a portarse mal, a no hacernos caso, están muy nerviosas, no
para quieta, grita mucho, se ha vuelto desobediente…” y como tantas veces la
solución fue una regañina y un malestar compartido… ¿Nadie pensó que estaban
transitando por las mismas situaciones de miedo e incertidumbre que las
personas adultas?
Y ellas resistieron, en silencio, como tantas otras
veces, y estuvieron a la altura de las circunstancias con una resignada
dignidad y con una inesperada respuesta propia de quienes saben afrontar los
cambios.
Y un día de finales de abril, por fin salieron a la
calle. Esa mañana el tesoro más preciado de la Tierra expresó su voz. Durante
las primeras semanas del confinamiento la Tierra nos habló con su silencio,
particularmente me estremecí escuchando el canto del ruiseñor cada noche al
tirar la basura. Y mis lágrimas reaparecen en mi rostro al recordar la tremenda
alegría, regocijo y satisfacción que sentí al volver a escuchar a la algarabía de los gritos infantiles inundando
los campos desde el jardín de mi casa. Y supe que una nueva primavera acababa
de instalarse.
Derecho a una
familia, pero ¿qué familia? Al decretarse
el estado de alarma los servicios públicos se redujeron a lo esencial. Las
Escuelas cerraron y con ello las medidas
de prevención y compensación de desigualdades de la infancia a través de los
servicios públicos quedaron en el terreno de lo privado. Y parece que lo
esencial sigue siendo invisible a los ojos, porque ninguna institución estatal,
comunitaria o municipal pensó que no todos los hogares ni todas las familias tienen la misma realidad. A las
personas adultas nos suele resultar cómodo pensar en niñas y niños felices,
queridos, contenidos y con sus necesidades tanto materiales como afectivas
cubiertas en el seno de su hogar. Pero sabemos que la realidad es otra y que no
todas las familias ofrecen un hogar estable, respetuoso o con capacidad
material y emocional para atender cuidados de calidad. Y las madres y los
padres se quedaron en casa, en casa con sus peques…, pero muchos estuvieron
inmersos en sus pantallas teletrabajando a ritmos brutales y mirando a sus
hijas por el rabillo del ojo, encontrándose extraños y en ocasiones superados
sin saber cómo abordar esta situación.
Y nuevamente volvió a EMERGER la omisión de los derechos de la infancia con una falsa concepción de las medidas de conciliación, centradas de nuevo en los intereses de las personas adultas, que lejos de poner a la infancia en el centro facilitando una crianza respetuosa y de calidad enfocando las medidas hacia lo laboral y no hacia lo educativo, se sustentan en intereses económicos propios de una sociedad capitalista alejada de la vida. Y las peques se volvieron a quedar nuevamente mudas, solas y desprotegidas. Y EMERGIÓ también la visbilización del desmantelamiento de lo público. Las dos últimas décadas del siglo XX la Comunidad de Madrid fue pionera en su red pública de Escuelas Infantiles. Por vez primera en nuestro país se consideraba la educación 0 – 6 como etapa educativa y se desterró el término guardería y preescolar. Primero acabaron con el 3 – 6 y luego poco a poco fueron creando una falsa red sustentada en la eufemísticamente llamada gestión indirecta y los grandes magnates del neoliberalismo vinieron a suplantar los proyectos educativos de las cooperativas. Y llegaron los ERTEs, y retrocedimos más de treinta años de lucha por el derecho a la educación de las peques en el 0 -3, pues no se consideró esencial el trabajo de las educadoras.
Y éstas siguieron poniendo voz a la infancia, acompañando a las familias y sustentando las necesidades físicas, de desarrollo y emocionales de las peques teletrabajando desde casa, muchas de ellas sin cobrar, pues estaban en suspensión. Y un día se acordaron de la “conciliación” y EMERGIÓ la necesidad de reabrir las Escuelas Infantiles de manera presencial cuando el resto de etapas educativas estaban ya de vacaciones o seguían con las clases on line, y EMERGIÓ soterradamente el término guardería golpeando nuestras memorias. Y volvimos a recordar que la Escuela Infantil no es un perchero, pues la infancia no es un objeto a guardar en un sitio mientras sus familiares trabajan, sino personas a educar desde la protección de sus derechos.
Y éstas siguieron poniendo voz a la infancia, acompañando a las familias y sustentando las necesidades físicas, de desarrollo y emocionales de las peques teletrabajando desde casa, muchas de ellas sin cobrar, pues estaban en suspensión. Y un día se acordaron de la “conciliación” y EMERGIÓ la necesidad de reabrir las Escuelas Infantiles de manera presencial cuando el resto de etapas educativas estaban ya de vacaciones o seguían con las clases on line, y EMERGIÓ soterradamente el término guardería golpeando nuestras memorias. Y volvimos a recordar que la Escuela Infantil no es un perchero, pues la infancia no es un objeto a guardar en un sitio mientras sus familiares trabajan, sino personas a educar desde la protección de sus derechos.
Derecho a la
educación, pero ¿qué educación? Y las escuelas
cerraron… y se amplificaron los deberes. Horas y horas sentadas, ante las
pantallas, las fichas, los cuadernos, horas y horas sin jugar, trabajando por
escrito también en educación física… horas y horas con el culo pegado a la
silla, horas y horas sin jugar, sin moverse, con las manos doloridas y la
cabeza como un bombo: contenidos conceptuales, hay que poner notas, hay que
seguir el programa, programa pensado por el cerebro del que enseña, ¿ alguien le preguntó al cerebro del que
aprende?, ¿a alguien se le ocurrió abrir los espacios virtuales a las peques
para que pudiesen hablar de sus cosas, sin presencia del adulto…? ¿Por qué no
aprovechar la tecnología para crear redes de aprendizaje colaborativo…? Y nuevamente volvió a EMERGER el adultocentrismo.
Algunas de nosotras volcamos toda nuestra creatividad y esfuerzo
en grabar vídeos, en ofrecer recursos para que las peques consumieran
pasivamente nuestro entusiasmo desde su hogar. Y lo hicimos con toda nuestra
ilusión y cariño, y conseguimos acercarnos algo más a los verdaderos intereses
y necesidades de la infancia, pero quizá se nos olvidó también hacerles
partícipes de nuestras decisiones.
Y nos reunimos con Tonucci[6] y nos recordó la importancia de la alianza de la escuela y la familia en defensa de los derechos de la infancia. Y nos aportó una buena solución “hagamos del hogar un laboratorio”. Y parecía como si llegara una escuela nueva, y para muchas de nosotras era ya nuestra escuela. No nos engañemos, la escuela enfocada desde y para la vida es la única escuela posible en el siglo XXI, vinculada a lo cotidiano y a la resiliencia para afrontar los cambios.
¡Qué buena oportunidad para adoptar por fin este paradigma educativo! Pero no olvidemos que para transformar el paradigma de la escuela, se hace imprescindible iniciar el camino del cambio personal... y ponerse las gafas para ver con ojos de niño... y de niña.
¡Qué buena oportunidad para adoptar por fin este paradigma educativo! Pero no olvidemos que para transformar el paradigma de la escuela, se hace imprescindible iniciar el camino del cambio personal... y ponerse las gafas para ver con ojos de niño... y de niña.
Derecho a la
participación, pero ¿qué participación? Confianza.
Confiar en la mirada que se abre y en la pregunta que vendrá y llevará a otra pregunta. Confiar
en la responsabilidad y la franqueza que caracteriza a la primera infancia. No
he visto nunca medidas firmes, realistas y aplicables en ninguna de las
políticas relacionadas con la infancia y por supuesto casi nadie se plantea proponer la creación de un
Consejo de Infancia en cada colegio o municipio para llevar a cabo con rigor
las propuestas de niñas, niños y adolescentes. Será que como son pequeñas y
tienen lengua de trapo no saben lo que quieren y sus aportaciones tienen que
ser tan sólo simbólicas.
Los planes de urbanismo siguen centrándose en las necesidades de los adultos a la zaga del neoliberalismo y el capitalismo salvaje. Hace ya unas cuantas décadas que el asfalto engulló como un ogro los espacios de juego y las ciudades e incluso los pueblos se volvieron inseguros.
Los planes de urbanismo siguen centrándose en las necesidades de los adultos a la zaga del neoliberalismo y el capitalismo salvaje. Hace ya unas cuantas décadas que el asfalto engulló como un ogro los espacios de juego y las ciudades e incluso los pueblos se volvieron inseguros.
Y las peques ya no pudieron salir solas a la calle a
jugar y perdieron su autonomía y su autodeterminación y sus propios recursos
para resolver conflictos y se volvieron dependientes, obedientes, pasivas.
Nadie se acordó de preguntarles y contar con sus opiniones a la hora de diseñar
los espacios. Y ahora en la “Nueva normalidad” Tonucci nos pone un nuevo reto: es el momento de aunar esfuerzos entre todas las personas adultas para superar
nuestro adultocentrismo pues EMERGE la necesidad de que las peques tomen la
ciudad y crear espacios seguros ampliando zonas para el tránsito libre.
Y después de este tiempo vivido, al menos yo no quiero volver a la normalidad,
porque la normalidad anterior a la crisis provocada por el Covid-19 era
completamente anormal. En muchas de nosotras ha EMERGIDO a lo largo del confinamiento la necesidad de
recuperar nuestra raíces y volver a poner
la vida en el centro. Y al mismo tiempo creo que en el centro de la vida de nuestra Tierra urge poner a su más preciado tesoro, nuestra infancia.
El siglo XXI empezó en marzo de 2020, y con él una nueva oportunidad para recuperar el mundo que nos arrebataron, para poner en valor la vida como eje de cambio, construyendo el presente con la mirada puesta en las que conformarán el futuro: nuestras hijas e hijos, nuestras peques, trabajando juntas para que la visbilización de sus derechos y su aplicación sean una realidad.
El siglo XXI empezó en marzo de 2020, y con él una nueva oportunidad para recuperar el mundo que nos arrebataron, para poner en valor la vida como eje de cambio, construyendo el presente con la mirada puesta en las que conformarán el futuro: nuestras hijas e hijos, nuestras peques, trabajando juntas para que la visbilización de sus derechos y su aplicación sean una realidad.
[1]
Arnaiz Sancho, V y Díez Navarro, M (2017). Infancias. Educar y
educarse. Barcelona: Graó.
[2]
Fernández Bravo, José Antonio. Educar
desde el cerebro del que aprende. Granada: APFRATO
[3]
Observación General No. 7, Comité de los Derechos del Niño, Realización de
los derechos del niño en la primera infancia, 40º período de sesiones (2006).
El Comité de los Derechos del Niño es el órgano de 18 expertos independientes que
supervisa la aplicación de la Convención sobre los Derechos del
Niño por los estados partes.
[4]
El último examen de los informes periódicos tercero y cuarto de España al Comité de los Derechos
del Niño, ha sido en el 55º período de sesiones y se celebró el 15 de
septiembre de 2010, en la sede de la Organización de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos (Ginebra).
[5] Artículo
del periódico uruguayo La Diaria, La primera infancia y sus derechos en tiempos
de pandemia. Elizabeth Ivaldi.
[6] Francesco Tonucci
(Italia, 1940), también conocido por el seudónimo Frato, es un pensador,
psicopedagogo y dibujante italiano. Las imágenes de las viñetas están extraídas
de su libro Con ojos de niño. Barcelona:
Barcanova.
Autora: Marilina López Sáez.
COLECTIVO: La Corrala. Patio feminista.
Primera Infancia y pandemia.
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