Este es el octavo texto que nos llegó, enviado por Ezequiel Triviño Regodón para el "I Certamen literario feminista La Corrala", llamado: Últimas voluntades.
Todos los que conviven conmigo, me soportan mis estados de ánimo, me rodean
y me protegen desde hace años, me miran con los ojos de quienes se despiden,
hasta Julio tiene teñida la mirada. Su sonrisa también está cargada de adioses
cariñosos y silentes.
-¿cómo estas cariño?
-bien.
Soy escueta porque sobran las matizaciones y están de más los motivos.
Julio pregunta con ternura y yo contesto por rutina. Así son las cosas desde
hace un tiempo. Los dos somos conscientes de que nos estamos despidiendo sin
palabras lo hacemos en ese idioma de los sobreentendidos. Él me acaricia y yo
me pregunto si aquella mano varonil volverá a tocarme mañana o pasado mañana.
Si sus besos, ahora tan suaves, tan livianos, volverán a rozarme otro amanecer...
El amor y la muerte. Es curioso que al final de todo solamente queden esas
dos cosas en la existencia de una persona. Todo lo demás se hacer relativo y
amar he amado, bien y mal, de corrido y a trompicones, con faltas de ortografía
y con gemidos. Pero la muerte es otra cosa. Es esa compañera fiel que nos
acompaña como un ángel de la guarda, que aguarda.
Ahora que presiento la muerte las cosas toman otro cariz. Otro valor. Ahora
que ya le voy perteneciendo cada vez más, entiendo el valor de la risa, del
silencio, de las obras que se hacen y las que se dejan de hacer. Cuando miras
de frente a la muerte sientes una fragilidad extrema, una indefensión que te lo
arrebata todo. Entonces quieres pensar que eres más que un cuerpo...
Este cuerpo que cada instante que pasa me resulta más extraño, más
prestado. Lo siento separarse de mi cada día, como la piel de una serpiente que
escama a escama se desprende. Lo voy abandonando sin decir nada a nadie, como
si me sacase un guante discretamente, delante de todo el mundo. En una
despedida muda e inquietante.
Julio llega con la tisana y me sonríe. Ahora lo miro y lo siento de otra
manera. Ha renunciado a tantas cosas por mí, por nosotros. El teletrabajo
que exigió en su empresa para atenderme. Para estar cerca de esta ruina en que
voy convirtiendo sin que quiera reconocerlo. Me pone miel en la infusión
mientras sonríe. Una historia de amor con un final anticipado.
Julio no ha dejado ni un instante de estar a mi lado. De hacer este vía
crucis como un acolito. Ha soportado mis humores, mis dolores, mis rabias... y
ahora mi rendición. Me ha dado masajes, me ha dado de comer, ha recogido mis
vómitos, y ha velado mis sueños... una mañana compró una maquinilla de cortar
el pelo y se rapó entera la cabeza. Aquel cabello dorado que tanto acaricié se
desparramó por el suelo.
-ahora ya somos dos extraterrestres-dijo mirándome feliz.
En la imagen del espejo del baño dos cabezas sin pelo. Y su brazo por
encima del hombro y su abrazo suave y sereno.
Un gesto más. Una atención más, y un llanto a solas por tanto amor.
Hacer este viaje final en compañía de Julio y su cariño y atenciones hace
que me cueste aceptar que desalojaré esta piel y estos huesos. Y ya sin vida,
todos los que me quieren y aprecian me miraran y se despedirán de este cuerpo
que era el mío.
Ya solamente permaneceré en las fotos de papel, en la pantalla de los
teléfonos y en los videos. Y las fotos se irán haciendo viejas y algunas
reposaran en cajones, las otras se borraran por falta de espacio en la memoria
y los videos nadie los volverá a ver seguramente.
El cabello de Julio volverá a crecer y, si me hace caso, volverá a
enamorarse y dejará atrás este capítulo de su vida. yo ya solamente puedo
sonreir y sentir con intensidad sus caricias y su abrazo de todas las noches...
No sé qué harán con mis cenizas. No he pedido nada al respecto, no quiero
pensar en eso tan trivial y ellos no se atreven a preguntar a estas alturas. En
el fondo quiero que me sorprendan. Por última vez. Aunque ahora mismo recuerdo
con nostalgia y un pequeño estremecimiento aquel bosque umbroso donde un chico
adolescente, casi imberbe me rodeo por la cintura y me besó tembloroso, por
primera vez. Ese sería un buen lugar para reposar. O aquel patio de naranjos
cuajado de azahar en el que daba de mamar algunas veces a mis hijos de pequeños.
Cuando aún tenía mis dos tetas.
-es cuestión de un minuto-me dijo la enfermera-mientras bajaba la placa
hasta oprimir mi pecho inquiero en la primera mamografía.
Había acudido al centro médico con la prevención de esa primera vez,
con los cuarenta recién cumplidos...
Y sobre aquella fría placa apoyé mi teta mirando a la joven enfermera. Yo a
su edad tenía unos pechos preciosos. Mi hermana y yo competíamos de cuando en
cuando colocando un bolígrafo debajo de una teta y viendo cómo se caía al
suelo. Aun la fuerza de la gravedad no dejaba su agravio en aquellas tetas de
adolescentes.
Mi primera mamografía me enseño que aquel aparato era un aparato de tortura
cuando comprimió mis tetas para atravesarlas con sus rayos y extraer un mapa
interior de ríos y constelaciones grises.
-no se mueva ahora-me ordenó la enfermera y yo obedecí y permanecí inmóvil
y contuve la respiración unos segundos y la presión de las placas aumentó
dolorosamente....
Pero aquello ya estaba allí, aguardando a que se le reconociese. Se le pusiese
nombre. Se le identificase conmigo.
El ginecólogo, en su consulta, me había dado una semana antes un folleto
informativo: no debía llevar puesto a la prueba de mamografía, ni desodorante,
ni perfume alguno, ni cremas o aceites...eso podía interferir con el resultado.
Pero el resultado ya estaba allí alojado.
-hemos encontrado un bulto sospechoso en su pecho izquierdo.
La mirada del ginecólogo me atravesó de parte a parte. Me retire un mechón
de pelo y me quede sin habla. Aquel era un idioma extraño e inesperado.
-la mamografía no deja ninguna duda, aparece un nódulo...
Yo intentaba aprender de golpe toda aquella jerga que ya iba a formar parte
de mi existencia. Tragaba cada palabra con un regusto a bilis.
-no es necesario repetir la mamografía porque hemos comprobado que...
De repente me aislé. ¿Porque hablaba en plural? era evidente que varios
pares de ojos expertos habían mirado aquel mapa de venas que ahora el médico me
mostraba en la pantalla del ordenador y me señalaba con un índice acusador.
-ese es el nódulo.
Y allí estaba en efecto un bultito interior que yo no había descubierto en
las palpaciones que me hacía tras depilarme o cuando salía de la ducha. Aquel
bulto sospechoso se había escondido hábilmente, pero ahora aparecía, se
mostraba como un alien dentro de aquella teta izquierda que de repente adquirió
un calor desconocido dentro de mi sujetador.
-lo primero que vamos a hacer es tomar una biopsia mediante una aguja-me
aseguro el medico desde detrás de sus gafas de miope.-pero no se preocupe
porque no es doloroso...
Que me importaba en aquel momento el dolor de un pinchazo cuando sabía que
dentro de mi teta se alojaba "un bultito sospechoso". Aquella manera
de hablar en plural me estaba poniendo fuera de sí. Me mordí los labios. Una
lagrima rodo por mi mejilla...
El medico alargo inmediatamente hacia mí una caja de pañuelos de papel que
debía tener preparada. Yo la rechace y me seque la lágrima con un gesto de
rabia y miedo.
-voy a serle claro. Es lo que se requiere en estos casos...si el resultado
de la biopsia es maligno, pasaremos a la cirugía
El resto de la explicación solo me dejo claro que había palabras
inquietantes como anestesia, tumor, congelación, análisis con microscopio...
De repente se suavizo su voz
-si se tratara de un tumor benigno se extirpara el nódulo y santas
pascuas...
...santas pascuas, que bien sonaba aquello. Pero hubo un silencio, el
ginecólogo esperaba una pregunta que a mí me costó formular, pero para la que
él tenía preparada la respuesta.
-¿si el tumor fuera maligno...?
Hasta ese momento yo no había utilizado aquella palabra en relación a nadie
cercana a mí. Nadie de mi familia o gente próxima había padecido cáncer. Y
ahora yo, allí sola me enfrentaba a una serie de palabras que estaban diseñando
mi futuro más inmediato, mi vida más inmediata, mi existencia...
-si el nódulo fuese maligno y lo creemos oportuno, lo extirparemos. En ese
caso tal vez y depende del aspecto del nódulo quizá sea necesario extirpar
parte del pecho...
Ahora fue un torrente imparable de lágrimas. Las deje rodar por la cara
hasta la barbilla. Estaba anonadada, sentí una arcada, pero me repuse.
Ese instante, esas palabras cambiaron de repente mi vida. El resto de mi
existencia.
Perdí mi teta izquierda: “ el bultito sospechoso" era maligno. Cuando
salí de la anestesia supe que las noticias no eran buenas. Y aunque me había
preparado para todo. Ese todo no es como lo imaginas. Me lleve la mano al pecho
ausente. Y comencé el primero de mis llantos infinitos. Lloré y lloré hasta
empapar la almohada. Luego los medicamentos bloquearon en parte aquella
sensación de derrota, de humillación, de pérdida cruel.
Así hasta que vuelves a casa de otra manera, incompleta, rota, vacía...
La siguiente palabra que se alojó al poco en mi nueva vida, sin respeto fue
la palabra metástasis.
Descubrí que el llanto no sirve de nada. Al menos en este caso. En el mío
particular. Pero llorar era como una tarea. Despertaba cada mañana y creo que
despertaba llorando y al final del día me dormía llorando. He llorado mordiendo
las tostadas, o moviendo el azúcar del café.
He llorado al desnudarme sin atrever a mirarme en el espejo del baño, en la
ducha, evitando el reflejo en el cristal de la mampara...obviando la
realidad. Era un ser deforme. Mutilado.
He llorado ante mis antiguos vestidos con escote, ante mis sujetadores,
ante mis camisones transparentes...
Las pastillas no me daban tregua alguna. Ni los consejos, ni los silencios,
ni el cariño. Ni la psicóloga con su cara pecosa y su Gestalt.
Metástasis y llanto. Eso era yo.
He sido feliz pero no volveré a serlo. Mis pensamientos están teñidos de
preguntas sin respuesta, mi presencia deposita tristeza en los que me
rodean y apoyan a su manera. Mis hijos alargan los abrazos mientras esconden su
miedo y su pena. Mi madre maquilla de mala manera sus ojeras, que son
testimonio de su llanto y su congoja. Julio me cuida con delicadeza cada día
que pasa, como si me estuviese volviendo de porcelana.
Hoy, como todos los días me levanto, en un esfuerzo sobrehumano, me coloco
el pañuelo sobre la cabeza sin pelo, apuro un café amargo y salgo al jardín a
oler las flores, a regarlas... envidio a la abeja simple en su trabajo, a la
hormiga en su tesón, escucho a los pájaros alegres sobre mi cabeza, acaricio a
mi gato que ronronea y juega entre mis tobillos... ya no existen para mi
algunas palabras en el diccionario de mi vida: esperanza, futuro, vejez...
quizás sea así mejor... lo único que tengo claro es que este momento, este
preciso y precioso momento, esta inspiración es toda la vida que tengo, y tengo
que aprovecharla y disfrutarla. Antes de que se me acaben todas las palabras.
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