Compañeras, con el corazón y la acción.

Ser feminista no es solamente formarse en feminismo, sino que atraviesa el continuo ensayo error de la vida, de enfrentarse a cómo hemos socializado dentro de nuestras situaciones de quizá privilegios socioeconómicos, culturales, religiosos, étnicos... y de darse cuenta de los mapas mentales que hemos ido conformando y que están llenos de machismo, racismo, capitalismo...

La socialización desde la primera infancia (escuelas, libros, juguetes, ropa, dibujos animados, películas, familia cercana y extensa...) genera estereotipos y prejuicios hacia lo que es la identidad de una misma y hacia lo que es la identidad de "las demás" de otros grupos: de otras religiones, de otras clases sociales, de otros géneros sexuales, de otras etnias, de otros barrios, de pueblo/de ciudad, de otros países... Nos incomoda salirnos de lo conocido y las generalizaciones nos dan seguridad a costa de no intentar comprender el mundo, y nuestra propia esencia como humanas.

Cuando queremos conocer de otra manera, cuestionamos y buscamos desde la reflexión nuevas identidades para nosotras mismas, como feministas. Nos surgen grandes retos, por ejemplo, tratarnos entre nosotras sin reproducir formas autoritarias, violentas, de humillación, ¿y esto es fácil? Creemos que no. 

Nos gustaría pensar que somos supervivientes de esa socialización que nos limita y nos impide conocer y conectar con la diferencia. Queremos traspasar las fronteras entre los grupos. Y nos atrevemos a crear algo nuevo.

Podemos empezar centrándonos en lo que nos une (en vez de lo que nos separa), integrar la incoherencia y valorar de verdad la diversidad en nuestro entorno.


Sororidad, puesta en práctica.

A veces hablamos de sororidad, ¿es realmente posible esa hermandad entre mujeres? Para que pueda existir sororidad no puede haber relaciones desiguales de poder. Como dice Bell Hoocks  en su libro "El feminismo es para todo el mundo": 

"los hombres no son el único colectivo de nuestra sociedad que perpetuaba el pensamiento y la práctica sexista. Las mujeres también podían ser sexistas (...) las mujeres no podíamos unirnos para impulsar el feminismo sin enfrentarnos a nuestro pensamiento sexista. La sororidad no podía ser poderosa mientras las mujeres siguieran compitiendo entre ellas (...) hay que tener en cuenta los debates de clase y raza".

Atrevámonos a definir las relaciones de poder, permitamos que las voces de quienes no tienen difusión también sean escuchadas. Apoyarnos entre mujeres y tejer redes es sororidad, y éste es un buen camino para avanzar hacia una sociedad más equitativa.

Abrir la mirada, repensar las prácticas

Visibilizar y poder hablar de estas y otras diferencias, aceptar que va a haber conflictos y transitar las dificultades de llevar a la práctica estos discursos de horizontalidad, feminismo, igualdad, respeto, es la única manera de construir algo nuevo y sano en colectivo. La frustración de no saber trabajar junto a otras personas es lo que nos lleva muchas veces a la rivalidad, al abandono o al desánimo. Pero ese no saber hacer o ese sentirse en conflicto no se debe a una dificultad personal, sino a algo que nos atraviesa a todas las personas. 

Esto nos pasa a todas y nos va a pasar. Si es que no te ha pasado ya... Nombrar los conflictos y los procesos individuales, así como acompañar a quienes los estemos experimentando nos fortalece, y con ello se refuerza nuestra capacidad para seguir luchando por el cambio. 

Creemos que a pesar del posible malestar que nos puede aparecer en este proceso de autocrítica o de deconstrucción de nuestros lugares de privilegio, es importante que nos reafirmarnos en esa práctica y en construir caminos colectivos. Queremos y proponemos repensar la teoría, su puesta en acción y la relación que hay entre ellas, porque, repetimos, esto nos ayuda a crecer individual y colectivamente, nos ayuda a modificar los estilos de vida y los contextos, y por lo tanto, nos impulsa a crear nuevos modelos para caminar hacia el cambio.





Comentarios