CHUPETIN DE CEREZA III Certamen literario feminista La Corrala

Aquí os compartimos otro de los textos tan valiosos que nos están llegando, enviado por Iris Fernando Aznar. 


    Imagen de Agostina Rodríguez, @agos.rodri en redes.


                                                 CHUPETIN DE CEREZA

No recuerdo la primera vez que mi padre me trajo mi chupetín preferido: el de cereza.

Tengo 12 años y sigue haciéndolo ¡Cómo me conoce! Soy la niña de sus ojos, sabe todas

mis debilidades. Tenemos rituales que son sagrados y, por supuesto, secretos, solo de

nosotros dos. Soy la mayor de ocho criaturas. Somos creyentes. Mi madre no toma

anticonceptivas, por tanto, lo que viene, viene. Esto lo sé porque en la escuela mis amigas

me lo han contado, en mi casa no se habla de estas cosas, es de gente pervertida y que

tiene malas ideas en la cabeza y se las llevará el diablo al infierno cuando se vayan de

este mundo.

 

Mi padre trabaja haciendo ñapas. Ha tenido una vida difícil, no tuvo la oportunidad que

estoy teniendo yo. Desde bien pequeño, tuvo que ponerse a trabajar para ayudar en casa.

Yo también en la mía, pero lo normal: cuidando de mis hermanas y hermanos, fregando,

limpiando, haciendo la comida, yendo a comprar… Bueno, pues las cosas que hacemos

las mujeres, llevar el hogar. Mi madre es cualquiera, yo creo que no se esfuerza lo

suficiente. Además, no valora todo lo que hace mi padre por nosotras. A veces tiene que

darle lo que se merece para que espabile. Exactamente, no sé qué significa eso, porque se

meten en su cuarto y empiezan los gritos y los golpes. Mis hermanos y yo nos vamos a la

calle para que tengan su intimidad.

 

Lo adoro, no lo veo mucho porque siempre está en la esquina, en el bar o haciendo algún

trabajillo con sus amigos, pero todo lo que hace es por nosotros, se deja la piel. Con cada

uno tiene una relación especial y tiene sus momentos, pero los nuestros son únicos.

Supongo que, al ser la mayor y la más madura, me enseña cosas que al resto todavía no.

 

Desde bien pequeña, por mucho que mi madre se empeñe en que no tiene que ser así, nos

bañamos juntos. Siempre me gusta que mi padre me enjabone, lo hace con mucho amor.

Me acaricia cada una de las partes del cuerpo. Comienza por los dedos de los pies, va

subiendo por las piernas, me las masajea y me va acariciando hacia la tripa. Pasa por mis

bracitos delgaduchos y se dirige hacia la espalda dándome un masaje. Va bajando hacia

la zona que más cosquillas tengo. Sabe cuál es mi punto favorito. Nunca nadie antes me

había hecho sentirme así de bien, es como unas cosquillas que van en aumento, y me van

dando escalofríos por todo. Juega con sus manos y yo solo puedo decirle que siga, hasta

que llega un punto que no puedo más, grito y me quedo tan relajada. De verdad que no

entiendo como mi madre se coge esos disgustos cada vez que entramos juntos al baño. Le

dice de todo: violador, deja a la niña, no te da vergüenza, y a mí me dice que no me deje

tocar. Pero, por favor, a veces siento que se le va la pinza. Lo único que quiere es pasar

un rato conmigo y que nos los pasemos bien los dos. No se da cuenta que es mi padre,

que desde que tengo uso de razón jugamos a los exploradores con nuestro cuerpo.

 

La verdad que yo no sé en qué momento empezamos, pero yo era bien pequeña.

Jugábamos en la cama, en la casita del parque, a veces muy rápido en algún evento

familiar. Buscábamos un sitio oscuro y donde nadie nos pudiera encontrar para que no

sepan lo que hacíamos. Me encanta tener este juego. Además, los dos nos lo pasamos

bien, estamos unidos como padre e hija, yo no lo haría con otra persona que no fuera él,

y no solo eso, aprendo un montón del cuerpo humano. Ahora ya no me sorprende porque

llevo años haciéndolo, pero imagínate lo que fue para mí descubrir que si jugaba con la

parte del cuerpo con la que mea, le acaba saliendo un líquido como blanquecino. No digo

el nombre de esa parte porque como me escuche diosito puede contárselo al diablo y yo

no quiero ir al infierno. No hay que hablar de sexo, ni de cómo se hacen los hijos, eso es

de personas mayores y depravadas.

 

Algunas de mis amigas ya están empezando a hablar de si les gusta Jorge o Kevin, que

son los más guapos de clase. Yo ahora mismo solo pienso en que tengo que cuidar de mis

hermanos y hermanas, y en que mi padre llegue y pasemos juntos un rato.

 

Mi madre se empeña en trabajar fuera de casa, dice que está cansada de no tener dinero

para poder comprar cosas, que siempre acaba robando y no quiere volver a estar en la

cárcel. Ya ha estado cinco veces, pero siempre acaba saliendo pronto por buen

comportamiento. No entiendo a la policía. Creo que a veces cometen errores. La meten a

la cárcel porque roba ropa y comida para nosotros, pero si no hay nadie que dé trabajo a

mi padre, entonces no tenemos dinero para comprarlo.

 

Ayer vino enfadado a casa, le empezó a gritar a mi madre. Le dijo que no hacía nada por

la familia, que lo mínimo es tener la comida todos los días en la mesa y la casa recogida,

pero que no valía ni para eso. Si le dijo eso, sus razones tendría. No dice las cosas porque

sí. Todo el mundo lo quiere en el barrio. Aquí la gente llama cada dos por tres al timbre,

suben y se van al cuarto con mi padre. Tiene otros juegos con esas personas, lo sé porque

una vez le pregunté si nuestro juego lo hacía con otra gente y me dijo que no, que eso

solo lo hacía conmigo que soy especial, soy su niñita querida, y que yo tampoco puedo

hacerlo con nadie. Eso espero, no me gustaría que lo hiciera con ninguna de mis hermanas

y hermanos. Él solo juega conmigo.

 

Total que después de gritarle a mi madre, me dijo que nos fuéramos al cuarto y yo feliz.

Espero ese momento cada día y no se da siempre. Es cuando él quiere. Eso aún me gusta

más, es como una sorpresa, nunca sabes cuándo va a pasar. Entramos en el cuarto de mis

padres y me dijo que necesitaba relajarse. Que hoy me había traído un chupetín especial,

XXL, que si me portaba bien, me lo daría. Así que le empecé a quitar la ropa para que

estuviera más cómodo, y le fui haciendo caricias por la espalda. Mi padre es un hombre

muy grande, es como abrazar a un oso, da mucho gustito.

 

Le fui dando un masaje y él, a la vez, me iba quitando la ropa para que yo pudiera estar

más cómoda. Me senté encima mirándole a los ojos ¡estaba tan tenso! Quería que se

relajará y conseguir que el trozo de carne por el que mea se pusiera duro. Sé que eso es

de las cosas que más le gusta de este juego. Me empezó a presionar la cabeza bajando

hacia sus piernas y ahí me dijo: por fin te lo has ganado, vas a probar un chupetín XXL

de cereza. Sacó de su pantalón que estaba tirado en el suelo un bote con un líquido medio

denso que ponía sabor cereza. Me lo dio a probar, estaba riquísimo. Me explicó que hoy

íbamos a hacer una nueva técnica de exploración, que se jugaba con el olor, sabor y el

tacto. Me iba a tapar los ojos para que me pudiera divertir más. Cogió un pañuelo de mi

madre y lo hizo. Me dijo que ahora tenía que buscar el chupetín por su cuerpo.

 

Me pareció un poco raro, pero me causó intriga ver si podía encontrarlo. Mi padre siempre

hace cosas nuevas para que nos sigamos divirtiendo. Me acerqué a su cuerpo. Le fui

tocando. Me encontraba justo en el cuello, ahí no había nada, así que fui bajando hacia su

tripota, y otra vez nada. No olía a cereza, solo a una mezcla de tabaco, sudor y ropa

húmeda. Comencé a percibir el olor deseado y me fui acercando hacia esa parte. Estaba

dura, muy dura, creo que era por donde mi padre mea, no lo sabría decir muy bien, igual

era un chupetín muy grande que mi padre había comprado. Lo probé, estaba riquísimo.

Le dije que muchas gracias por comprarlo, que me encantaba. Lo seguí chupando y mi

padre echaba más de ese líquido. Yo no podía parar, estaba tan rico. Me decía que

siguiera. Fuera de la habitación se empezaron a escuchar ruidos. Uno de mis hermanos

comenzó a llorar, alguien entró en la pieza. Yo seguía con los ojos vendados y en la boca

mi chupetín XXL de cereza. Fue todo tan rápido. Cogieron a mi padre y se lo llevaron.

Mi madre me agarró y me quitó la venda de los ojos. Me abrazó y me dijo que ya todo

había pasado, que a partir de ahora nada de eso volvería a ocurrir, que estuviera tranquila.

Yo no entendía nada, solo estábamos jugando. Mi padre me había regalado un chupetín

enorme. ¿Por qué lo estaban deteniendo? ¿Acaso sería robado?

 

Llevo llorando desde ayer. No entiendo por qué mi madre llamó a la policía. No para de

decirme cosas que no se corresponden con la realidad. Me dice que mi padre es un

violador, que a ella también la ha violado, y a otras primas también. Que lo que hace

conmigo no es un juego. No lo será para ella. Creo que tiene envidia de que con ella no

juegue, pero se tendrá que joder, este es nuestro juego y de nadie más. Así que yo no me

quedo en casa con los brazos cruzados, voy a ir por mi padre, creo que la policía se ha

vuelto a equivocar. Estoy muy nerviosa con toda esta situación y quiero que juguemos de

nuevo para poder relajarme. Quiero volver a probar ese chupetín de cereza.

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