Publicamos otro de los textos que nos habéis enviado para el III Certamen, facilitado por Ramón González Reverter.
¿Os habéis planteado alguna vez cómo ha cambiado la mentalidad de la gente en los últimos tiempos? Pues sirva de ejemplo la opinión de tres mujeres de la misma familia, pero de diferente generación, sobre ciertos asuntos.
La abuela nacida en 1940, la madre en 1965 y la hija en el
año 2000.
Tema 1. La llegada del hombre a la Luna.
La abuela: Ostras. Una trola como
un piano. Aquello fue una parodia grosera, un simulacro de la NASA para
embaucar a todo el mundo.
La madre: Un suceso histórico
digno de figurar entre las gestas humanas.
La hija: No sé. Debería
consultarlo a google.
Tema 2. El vestido.
La abuela: En esa cuestión estoy
chapada a la antigua. Me quedé viuda pronto, así que siempre he llevado ropa
oscura y falda hasta los tobillos.
La madre: Durante mi juventud,
seguía los dictados de la moda para lucir mis encantos. El juego de la
seducción no tenía límites, incluso usaba bikini cuando iba a bañarme a la
playa.
La hija: Uso tops escotados, shorts
o leggins ceñidos para ofrecer un aspecto sexy. Es lo que mola hoy. En la playa
suelo ir con tanga, pero a veces me baño desnuda, lo que implica llevar una depilación
completa. Es natural y ecológico. No quiero decir que sea una guarra, pero con
las hormonas a punto de estallar, debo mantener el listón bien alto.
Tema 3. Viajar.
La abuela: Nunca he salido de
Cataluña. No teníamos ni un duro. Empecé a trabajar desde muy jovencita. Ojalá
hubiera tenido tiempo y dinero para ir a cualquier parte. Puedo asegurar que no
he pisado un avión, ni el barco, ni el AVE. ¿Qué le vamos a hacer?
La madre: Me gustaba mucho
viajar, pero costaba un riñón. Por eso debía permanecer en casa. Eso sí, de vez
en cuando solía enfilar hacia Andorra en busca de algún queso, chocolate y
mantequilla.
La hija: Siempre estoy lista
para hacer alguna escapada. Visitar países exóticos es una sensación alucinante.
Viajo ligera de equipaje, soy mochilera y no me importa comer cualquier cosa ni
dormir donde sea.
Tema 4. La informática.
La abuela: ¿Quién me lo iba a decir!
Desde que estoy jubilada, no he tenido más remedio que adaptarme a los nuevos
tiempos. Lo cierto es que a pesar de tener ochenta añitos, no puedo pasar sin
el móvil. Me encanta hacer fotos y subirlas a la nube o grabar vídeos para
enviarlos a los contactos. Considero el whatsapp como un invento genial.
La madre: Nunca me ha interesado
la tecnología digital. Soy antediluviana. Chapada a la antigua. No sé nada de
informática. De hecho, ni siquiera tengo móvil. Quien quiera hablar conmigo que
lo haga cara a cara, como deberían ser las relaciones entre todas las personas.
La hija: Soy de la generación
Z, los nacidos en plena era digital. No sabría vivir sin las redes sociales.
Debo confesar que estoy muy enganchada. Adicta al móvil. Necesito estar siempre
conectada para poder chatear con las amigas a fin de enviar mensajes y selfies.
Quiero que mi vida tenga eco, que merezca la pena ser vivida.
Tema 5. La boda.
La abuela: En mi época las
parejas decentes se casaban después de un largo noviazgo. Las muestras de afecto
en público no existían. Darse un beso en la boca era poco menos que pecado.
La madre: Pese a que buscábamos
rincones solitarios donde hacer manitas, las relaciones solían acabar en banquete
de bodas, una celebración que servía para congregar a la familia y amistades.
La hija: ¿Una boda? Estoy flipando.
Nunca se sabe cuando acabará el rollo del amor. Hoy día no se necesita el
compromiso de llevar un anillo en el dedo para follar. Si un tipo te gusta
puedes echar un polvo en cualquier sitio... y punto.
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