BANCOS ROJOS
Puedo verlas
en los bancos rojos.
Adivino
sus contornos de luz contra el paisaje.
Ya sin
velos ni ataduras,
ahí
están, una y millones,
urdiendo
en el aire continentes sagrados,
deshojando
en la bruma horror y desdicha.
Las
oigo murmurar en el idioma de las flores,
observo
su fulgor reclinado y etéreo.
Ellas
me ven desde los bancos rojos.
Presiento
a la distancia su aura cálida.
Libres
ya del golpe y del despojo,
ahí están;
una y millones,
tejiendo
su espera entrelazada
soplando
su legado en estrofas blancas.
Me
miran con destello confidente,
convencidas
del ardor de su vigilia.
Al
pasar, nuestras miradas se encuentran
en una
mueca de viento y cristales
Pero
otras veces, ante el filo o el disparo,
su
resplandor se vuelve grito.
Un
sollozo arcaico, de árbol milenario,
como
si otra vez las arrancaran.
Cuando
eso pasa, las busco,
hasta
que otra vez las adivino sobre el rojo
Porque
sé que ahí están; una y millones,
velando
por la causa que amadrinan,
en un
ruego tenaz por la vida de otras “ellas”,
para
que todos las oigan,
para
que todos las vean.
Luciana
Fernández Blanco. 3 de junio.
Día
internacional contra la violencia de género
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