Decálogo de supervivencia laboral, de Rosa Poveda Alfonso. III Certamen literario feminista La Corrala





Vuelve a sonar el despertador a las 7.45h, y semidormida, vuelvo a retrasarlo cinco 

minutitos, pero enseguida me alarmo, pues soy consciente de que tendré una 

entrevista. Mejor dicho: la cuarta entrevista de la semana. Así que, me pongo en pie, 

me enfundo un vestido color verdoso (en una indiscutible alusión a la esperanza) y lo 

acompaño con unos zapatos negros de poco tacón. Desayuno (y le echo de almorzar

a mi pequeña bola de pelos), me maquillo sutilmente y me dirijo a la parada del 

autobús. Mientras, pienso en la información que tengo acerca de la entrevista a la que 

me dirijo. En realidad, solo se que se trata de un puesto de redacción para el 

departamento de comunicación de una importante empresa. Y aunque me falten 

datos, la simple idea me gusta, pues estudié periodismo precisamente porque me 

apasiona informar a través de la escritura. Quizás por defecto de fábrica llevo un 

periódico encima (porque sí, me resisto al formato digital en el diario). Me siento y lo 

abro. Decenas de titulares desfilan por mis ojos en cuestión de minutos: la corrupción 

inundando (otra vez) la política, la prevaricación abriéndose camino en Juzgados y 

Tribunales, la sanidad pública cada día más saturada, la violencia de género (en 

aumento) atemorizando a la sociedad, el aumento de la discriminación por razón de

orientación sexual… y por último, el conflicto bélico ucraniano-ruso. El cual hace ya 

un tiempo que no es noticia, me atrevería a decir que ya no interesa. De hecho, hace 

acto de presencia (meramente moral) en una esquinita de la vigésimo primera página.


Concentrada en no pasarme la parada de bus, encontrar rápido la ubicación y llegar 

puntual a la sede de la empresa a la que me dirijo para realizar la entrevista, pienso 

que todas estas noticias dependen, en su origen, de las gafas con las que se escribe, 

o lo que es lo mismo la información se difumina según la rúbrica de la determinada 

ideología del noticiero.


Sin embargo, el siguiente titular consigue captar mi atención: “Mis desengaños 

laborales como mujer: problemas y soluciones” por Olivia Ruiz. En el artículo de 

opinión, Olivia cuenta la historia en primera persona sobre su preocupante situación 

laboral. Os resumo: Olivia, mujer, 29 años, con formación universitaria, con 

aspiraciones laborales y con desengaños salariales. ¿Veis por donde voy?


Olivia está asqueada del mercado laboral, concretamente del acceso al mercado 

laboral. Está disgustada con la discriminación que sufren los jóvenes menores de 30 

años, discriminación que se incrementa en caso de tratase de las jóvenes. Por eso 

Olivia, a través de un artículo de opinión ha inventado un decálogo de supervivencia 

laboral basado en sus propias experiencias en fase de entrevistas, para poner en 

conocimiento del mundo (y de quien quiera leerla) una serie de recomendaciones que 

invita a seguir.


¡Mierda! 


Levanto la mirada del periódico y ensimismada compruebo que me he pasado la 

parada apropiada. Me bajo en la siguiente parada, cambio de dirección, me siento y 

vuelvo a abrir la página que antes dejé a medias.


Como os decía, Olivia establece un decálogo. Comienza y continua de la siguiente 

forma:

Léase por mujeres en caso de un exceso de hastío laboral.

• PRIMERA NORMA: “¡no hay senior sin junior!”.

Olivia explica como acaba la carrera que estudió fuera de su ciudad (con el oportuno 

esfuerzo económico de sus progenitores). Expresa como se ilusionó con una vida 

adulta y el conducto para conseguirlo era seleccionar ofertas de empleo que 

consideraba adaptadas a sus circunstancias, enviando su curriculum vitae a las 

empresas factibles en términos laborales. Teniendo en cuenta que estudió derecho, 

su principal cometido son: asesorías legales, consultorías, despachos de abogados, 

notarías y corredurías de seguros. Se encuentra con lo siguiente: “Búsqueda de 

profesional junior” y piensa que está en lo correcto. Pero analiza los requisitos y se da 

cuenta de que algo falla en el sistema. Exigen título universitario, inglés alto fluido (es 

decir nivel C1) candidato menor de 30 con mínimo de dos años de experiencia. Y justo 

ahí, Olivia se siente como una metáfora, concretamente como si ella fuera un menú 

del día y la empresa a la cual postulaba candidatura laboral estuviera de cena de gala 

en un aclamado restaurante. La empresa quería todo lo exigible aun siendo esto 

temporalmente imposible. Ella, que había estudiado 4 años de derecho, contaba con

el nivel B2 de inglés, muchas ganas de trabajar (y seguir aprendiendo) pero ninguna 

experiencia en el sector. Grabémonos esto en la cabeza: “¡no hay senior sin junior!”.


• SEGUNDA NORMA: “es irrelevante tu vida personal”.

Olivia, tras acceder a esa entrevista, en la que ya sabía que pocas o nulas 

posibilidades de contratación tenía, se encontró con los dos socios. Dos hombres que 

la sorprendieron, no por la cuantía del salario o por las condiciones contractuales (¡que 

también!), sino por una pregunta que no esperaba tener que responder: su estado 

civil. ¿Puede alguien necesitar saber el estado civil de una persona para proceder a 

su contratación? Olivia no es soltera. Olivia no tiene pareja. Olivia no está casada. 

Olivia no está divorciada. Olivia no está separada. Olivia es Olivia. Olivia ha estudiado 

para trabajar en una empresa en cuya silla está sentada. Y Olivia tiene unos 

conocimientos, unas ganas, una ilusión y dignidad que nada tienen que fundirse con 

el chismorreo de su estado civil.

Pero si esta pregunta la dejo noqueada, peor aun fue la siguiente. Pregunta hecha, 

según los socios, por motivos de conocimiento sobre la conciliación familiar y horarios: 

si ya tenía o si pretendía tener descendencia. Y Olivia describe como sintió que esa 

pregunta discriminatoria tuvo una simple razón de ser: era mujer. Y era una mujer en 

un rango de edad en el que se la asociaba con la maternidad y con el reloj biológico. 

Ella estaba convencida (y yo lectora de sus líneas, lo confirmo) que esa cuestión tuvo 

lugar por tener una vagina y carecer de un pene. Porque la sociedad patriarcal que 

mantiene la España del siglo XXI considera que es la mujer la encargada (por instintos 

biológicos, maternales o no se que pamplinas más) del cuidado del retoño, por ende, 

la que solicitará la baja maternal de 4 meses de duración, la excedencia por cuidado 

de hijx o la que dispondrá del derecho de la reducción de jornada. Situación 

radicalmente diferente en caso de un hombre, en opinión de los dos socios y demás 

señoros.


• TERCERA NORMA: “No trabajes gratis”

Para entendernos, el puesto es de técnica, pero cobras como becaria, pues estarías 

bajo la continua supervisión de una persona (frecuentemente del sexo masculino) para 

que des soporte en “asuntos menores”. En castellano, que cobrarás como becaria, 

pero realizarás funciones de más altas responsabilidades, pero claro, los dos señoros

socios no van a pagarte en proporción. Estás aprendiendo. Becaria dicen ellos que 

eres.


• CUARTA NORMA: “el rol de becaria”.

Pasan los días y Olivia no obtiene ninguna respuesta. Bienvenida al “ghosting laboral”, 

donde la empresa desaparece del planeta tierra. Empresarios del mundo: enviar un 

mail tipo a las personas no seleccionadas es sencillo. De hacerlo, aliviáis 

incertidumbres y motiváis a las no seleccionadas.

Ojo, Olivia ya nos avisó que, de resultar elegida, te prepararas para asumir el “rol de 

becaria”. Un rol que te acompañará en tu vida desde los 20 a los 35 años 

aproximadamente. A través del cual experimentarás una sensación de ser una 

muchacha en un entorno laboral de hombres adultos. Se harán camino la indefensión, 

la rabia, el continuo beneplácito y la consecuente baja autoestima. Cuidado porque 

por momentos, dejarás de creer en ti y en tus capacidades. ¡No permitas esto jamás! 

Hazte respetar y huye.


• QUINTA NORMA: “desecha la precariedad”.

Olivia relata como, durante esos años, le darás la bienvenida a la precariedad laboral, 

aceptarás trabajos por un salario insuficiente e indigno, en la mayoría de las ocasiones 

por debajo del SMI, mientras continúas viviendo en la casa de mamá y papá, no 

pudiendo desarrollarte ni profesional ni personalmente. Y esto sucede porque como 

digo el salario no alcanza para pagar los gastos mínimos necesarios: agua, gas, 

electricidad, teléfono, internet, comida y alquiler.


• SEXTA NORMA: “la brecha salarial no es un mito”.

Finalmente, Olivia es elegida y ella acepta las terribles condiciones por la numerosa 

(ironía) cuantía de 650€ netos mensuales. Lo que desconoce, al menos en un primer 

momento, es que la empresa la contrató a ella porque es mujer y porque por esa 

condición, es mas previsiblemente problemática para los señoros socios, decide 

pagarle un 10% menos que si el puesto quedara cubierto por un hombre.


• SÉPTIMA NORMA: “busca la ansiada independencia”.

¡Ay el alquiler! Además de anhelar un salario estable y digno, Olivia explica que

tendrás que tener en cuenta que los precios del mercado del alquiler no se adaptan a 

la realidad social. Desde donde Olivia escribe (Vigo, provincia de Pontevedra) según 

los últimos datos del IGE (Instituto Gallego de Estadística), el alquiler ronda los 500€ 

mensuales. Ahora vamos a volver a clase de matemáticas de 4º de primaria. Si el 

sueldo de becaria es de 700€ brutos y descontamos los 500€ mensuales de un alquiler 

normalito: ¿sobrevivías tu con menos de 200€ al mes? De hipoteca si hablamos, a mi 

(seguro que a Olivia también) le entra la risa.


• OCTAVA NORMA: “la descendencia y las temidas pensiones”.

Olivia comenta en el periódico, que esa tardía independencia deriva en un retraso de 

emparejarse y consecuentemente de tener descendencia. Olivia quiere hijxs, pero no 

se plantea el tema aún. ¿Cómo va a tenerlos si no tiene una estabilidad económico-laboral? Sería

 incoherente. El descenso de la natalidad es un problema que enlaza 

directamente con el potencial peligro del aseguramiento del sistema español de

pensiones.


• NOVENA NORMA: “otras opciones laborales”.

Alternativamente a esta situación cuasi esclavista, Olivia te recuerda que puedes 

explorar otros mundos: el de los autónomos. Pero mucho ojo con las trabas: la escasa 

conciliación, la burocratización, la considerable inversión inicial, la incertidumbre de 

no poder asegurar tu salario mínimo, la responsabilidad asumida, la búsqueda de 

clientela, las horas de mas que le echas a tu trabajo y las exorbitantes nuevas cuotas 

de autónomos del 2022. Aunque Olivia nunca se planteó esta opción, si que le rondó 

la cabeza otra opción: la de opositar. En este caso mucho ojo con estas otras trabas: 

los altos niveles de ansiedad, la dedicación completa y diaria de 8 o 10 horas diarias 

estudiando sin ingresar dinero, la preocupación del tiempo, el olvido de tu vida social 

en un 95% y el continuo esfuerzo son los factores a destacar. En ambas situaciones 

olvida las frases del tipo “planes, sueños y muchos retos” o “esa plaza es mía” que 

reza una maravillosa marca de papelería y productos varios.


A estas alturas os podéis hacer a la idea de que me he vuelto a pasar la parada de 

bus oportuna y que estoy más cerca de mi casa que de la sede de la empresa a la 

que me dirigía para la entrevista. Me veo muy reflejada e identificada con Olivia y 

considero que lo que cuenta es importante a nivel de labor social y compromiso 

público.

Es por ello que no os voy a contar cual era la DÉCIMA NORMA de Olivia, (os quedareis 

con la intriga), pero lo que si voy a hacer es modificar esa última norma del decálogo.


• DÉCIMA NORMA y CONSEJITO DEL DÍA:

En el mismo momento en el que tú, mujer, que estás leyendo esto ahora, tengas 

“síntomas” de una situación laboral similar a la de Olivia, te recomiendo que redirijas 

tus pasos y que saltes directamente de la primera norma a la novena. Dale valor a mi 

consejo, pues deberías tener en cuenta que te lo recomienda la chica que justo ahora 

está cancelando una entrevista al deducir, por el relato de Olivia, que me dirigía a otra

de las sedes gallegas de la empresa de los dos señoros

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