Decálogo de supervivencia laboral, de Rosa Poveda Alfonso. III Certamen literario feminista La Corrala
minutitos, pero enseguida me alarmo, pues soy consciente de que tendré una
entrevista. Mejor dicho: la cuarta entrevista de la semana. Así que, me pongo en pie,
me enfundo un vestido color verdoso (en una indiscutible alusión a la esperanza) y lo
acompaño con unos zapatos negros de poco tacón. Desayuno (y le echo de almorzar
a mi pequeña bola de pelos), me maquillo sutilmente y me dirijo a la parada del
autobús. Mientras, pienso en la información que tengo acerca de la entrevista a la que
me dirijo. En realidad, solo se que se trata de un puesto de redacción para el
departamento de comunicación de una importante empresa. Y aunque me falten
datos, la simple idea me gusta, pues estudié periodismo precisamente porque me
apasiona informar a través de la escritura. Quizás por defecto de fábrica llevo un
periódico encima (porque sí, me resisto al formato digital en el diario). Me siento y lo
abro. Decenas de titulares desfilan por mis ojos en cuestión de minutos: la corrupción
inundando (otra vez) la política, la prevaricación abriéndose camino en Juzgados y
Tribunales, la sanidad pública cada día más saturada, la violencia de género (en
aumento) atemorizando a la sociedad, el aumento de la discriminación por razón de
orientación sexual… y por último, el conflicto bélico ucraniano-ruso. El cual hace ya
un tiempo que no es noticia, me atrevería a decir que ya no interesa. De hecho, hace
acto de presencia (meramente moral) en una esquinita de la vigésimo primera página.
Concentrada en no pasarme la parada de bus, encontrar rápido la ubicación y llegar
puntual a la sede de la empresa a la que me dirijo para realizar la entrevista, pienso
que todas estas noticias dependen, en su origen, de las gafas con las que se escribe,
o lo que es lo mismo la información se difumina según la rúbrica de la determinada
ideología del noticiero.
Sin embargo, el siguiente titular consigue captar mi atención: “Mis desengaños
laborales como mujer: problemas y soluciones” por Olivia Ruiz. En el artículo de
opinión, Olivia cuenta la historia en primera persona sobre su preocupante situación
laboral. Os resumo: Olivia, mujer, 29 años, con formación universitaria, con
aspiraciones laborales y con desengaños salariales. ¿Veis por donde voy?
Olivia está asqueada del mercado laboral, concretamente del acceso al mercado
laboral. Está disgustada con la discriminación que sufren los jóvenes menores de 30
años, discriminación que se incrementa en caso de tratase de las jóvenes. Por eso
Olivia, a través de un artículo de opinión ha inventado un decálogo de supervivencia
laboral basado en sus propias experiencias en fase de entrevistas, para poner en
conocimiento del mundo (y de quien quiera leerla) una serie de recomendaciones que
invita a seguir.
¡Mierda!
Levanto la mirada del periódico y ensimismada compruebo que me he pasado la
parada apropiada. Me bajo en la siguiente parada, cambio de dirección, me siento y
vuelvo a abrir la página que antes dejé a medias.
Como os decía, Olivia establece un decálogo. Comienza y continua de la siguiente
forma:
Léase por mujeres en caso de un exceso de hastío laboral.
• PRIMERA NORMA: “¡no hay senior sin junior!”.
Olivia explica como acaba la carrera que estudió fuera de su ciudad (con el oportuno
esfuerzo económico de sus progenitores). Expresa como se ilusionó con una vida
adulta y el conducto para conseguirlo era seleccionar ofertas de empleo que
consideraba adaptadas a sus circunstancias, enviando su curriculum vitae a las
empresas factibles en términos laborales. Teniendo en cuenta que estudió derecho,
su principal cometido son: asesorías legales, consultorías, despachos de abogados,
notarías y corredurías de seguros. Se encuentra con lo siguiente: “Búsqueda de
profesional junior” y piensa que está en lo correcto. Pero analiza los requisitos y se da
cuenta de que algo falla en el sistema. Exigen título universitario, inglés alto fluido (es
decir nivel C1) candidato menor de 30 con mínimo de dos años de experiencia. Y justo
ahí, Olivia se siente como una metáfora, concretamente como si ella fuera un menú
del día y la empresa a la cual postulaba candidatura laboral estuviera de cena de gala
en un aclamado restaurante. La empresa quería todo lo exigible aun siendo esto
temporalmente imposible. Ella, que había estudiado 4 años de derecho, contaba con
el nivel B2 de inglés, muchas ganas de trabajar (y seguir aprendiendo) pero ninguna
experiencia en el sector. Grabémonos esto en la cabeza: “¡no hay senior sin junior!”.
• SEGUNDA NORMA: “es irrelevante tu vida personal”.
Olivia, tras acceder a esa entrevista, en la que ya sabía que pocas o nulas
posibilidades de contratación tenía, se encontró con los dos socios. Dos hombres que
la sorprendieron, no por la cuantía del salario o por las condiciones contractuales (¡que
también!), sino por una pregunta que no esperaba tener que responder: su estado
civil. ¿Puede alguien necesitar saber el estado civil de una persona para proceder a
su contratación? Olivia no es soltera. Olivia no tiene pareja. Olivia no está casada.
Olivia no está divorciada. Olivia no está separada. Olivia es Olivia. Olivia ha estudiado
para trabajar en una empresa en cuya silla está sentada. Y Olivia tiene unos
conocimientos, unas ganas, una ilusión y dignidad que nada tienen que fundirse con
el chismorreo de su estado civil.
Pero si esta pregunta la dejo noqueada, peor aun fue la siguiente. Pregunta hecha,
según los socios, por motivos de conocimiento sobre la conciliación familiar y horarios:
si ya tenía o si pretendía tener descendencia. Y Olivia describe como sintió que esa
pregunta discriminatoria tuvo una simple razón de ser: era mujer. Y era una mujer en
un rango de edad en el que se la asociaba con la maternidad y con el reloj biológico.
Ella estaba convencida (y yo lectora de sus líneas, lo confirmo) que esa cuestión tuvo
lugar por tener una vagina y carecer de un pene. Porque la sociedad patriarcal que
mantiene la España del siglo XXI considera que es la mujer la encargada (por instintos
biológicos, maternales o no se que pamplinas más) del cuidado del retoño, por ende,
la que solicitará la baja maternal de 4 meses de duración, la excedencia por cuidado
de hijx o la que dispondrá del derecho de la reducción de jornada. Situación
radicalmente diferente en caso de un hombre, en opinión de los dos socios y demás
señoros.
• TERCERA NORMA: “No trabajes gratis”
Para entendernos, el puesto es de técnica, pero cobras como becaria, pues estarías
bajo la continua supervisión de una persona (frecuentemente del sexo masculino) para
que des soporte en “asuntos menores”. En castellano, que cobrarás como becaria,
pero realizarás funciones de más altas responsabilidades, pero claro, los dos señoros
socios no van a pagarte en proporción. Estás aprendiendo. Becaria dicen ellos que
eres.
• CUARTA NORMA: “el rol de becaria”.
Pasan los días y Olivia no obtiene ninguna respuesta. Bienvenida al “ghosting laboral”,
donde la empresa desaparece del planeta tierra. Empresarios del mundo: enviar un
mail tipo a las personas no seleccionadas es sencillo. De hacerlo, aliviáis
incertidumbres y motiváis a las no seleccionadas.
Ojo, Olivia ya nos avisó que, de resultar elegida, te prepararas para asumir el “rol de
becaria”. Un rol que te acompañará en tu vida desde los 20 a los 35 años
aproximadamente. A través del cual experimentarás una sensación de ser una
muchacha en un entorno laboral de hombres adultos. Se harán camino la indefensión,
la rabia, el continuo beneplácito y la consecuente baja autoestima. Cuidado porque
por momentos, dejarás de creer en ti y en tus capacidades. ¡No permitas esto jamás!
Hazte respetar y huye.
• QUINTA NORMA: “desecha la precariedad”.
Olivia relata como, durante esos años, le darás la bienvenida a la precariedad laboral,
aceptarás trabajos por un salario insuficiente e indigno, en la mayoría de las ocasiones
por debajo del SMI, mientras continúas viviendo en la casa de mamá y papá, no
pudiendo desarrollarte ni profesional ni personalmente. Y esto sucede porque como
digo el salario no alcanza para pagar los gastos mínimos necesarios: agua, gas,
electricidad, teléfono, internet, comida y alquiler.
• SEXTA NORMA: “la brecha salarial no es un mito”.
Finalmente, Olivia es elegida y ella acepta las terribles condiciones por la numerosa
(ironía) cuantía de 650€ netos mensuales. Lo que desconoce, al menos en un primer
momento, es que la empresa la contrató a ella porque es mujer y porque por esa
condición, es mas previsiblemente problemática para los señoros socios, decide
pagarle un 10% menos que si el puesto quedara cubierto por un hombre.
• SÉPTIMA NORMA: “busca la ansiada independencia”.
¡Ay el alquiler! Además de anhelar un salario estable y digno, Olivia explica que
tendrás que tener en cuenta que los precios del mercado del alquiler no se adaptan a
la realidad social. Desde donde Olivia escribe (Vigo, provincia de Pontevedra) según
los últimos datos del IGE (Instituto Gallego de Estadística), el alquiler ronda los 500€
mensuales. Ahora vamos a volver a clase de matemáticas de 4º de primaria. Si el
sueldo de becaria es de 700€ brutos y descontamos los 500€ mensuales de un alquiler
normalito: ¿sobrevivías tu con menos de 200€ al mes? De hipoteca si hablamos, a mi
(seguro que a Olivia también) le entra la risa.
• OCTAVA NORMA: “la descendencia y las temidas pensiones”.
Olivia comenta en el periódico, que esa tardía independencia deriva en un retraso de
emparejarse y consecuentemente de tener descendencia. Olivia quiere hijxs, pero no
se plantea el tema aún. ¿Cómo va a tenerlos si no tiene una estabilidad económico-laboral? Sería
incoherente. El descenso de la natalidad es un problema que enlaza
directamente con el potencial peligro del aseguramiento del sistema español de
pensiones.
• NOVENA NORMA: “otras opciones laborales”.
Alternativamente a esta situación cuasi esclavista, Olivia te recuerda que puedes
explorar otros mundos: el de los autónomos. Pero mucho ojo con las trabas: la escasa
conciliación, la burocratización, la considerable inversión inicial, la incertidumbre de
no poder asegurar tu salario mínimo, la responsabilidad asumida, la búsqueda de
clientela, las horas de mas que le echas a tu trabajo y las exorbitantes nuevas cuotas
de autónomos del 2022. Aunque Olivia nunca se planteó esta opción, si que le rondó
la cabeza otra opción: la de opositar. En este caso mucho ojo con estas otras trabas:
los altos niveles de ansiedad, la dedicación completa y diaria de 8 o 10 horas diarias
estudiando sin ingresar dinero, la preocupación del tiempo, el olvido de tu vida social
en un 95% y el continuo esfuerzo son los factores a destacar. En ambas situaciones
olvida las frases del tipo “planes, sueños y muchos retos” o “esa plaza es mía” que
reza una maravillosa marca de papelería y productos varios.
A estas alturas os podéis hacer a la idea de que me he vuelto a pasar la parada de
bus oportuna y que estoy más cerca de mi casa que de la sede de la empresa a la
que me dirigía para la entrevista. Me veo muy reflejada e identificada con Olivia y
considero que lo que cuenta es importante a nivel de labor social y compromiso
público.
Es por ello que no os voy a contar cual era la DÉCIMA NORMA de Olivia, (os quedareis
con la intriga), pero lo que si voy a hacer es modificar esa última norma del decálogo.
• DÉCIMA NORMA y CONSEJITO DEL DÍA:
En el mismo momento en el que tú, mujer, que estás leyendo esto ahora, tengas
“síntomas” de una situación laboral similar a la de Olivia, te recomiendo que redirijas
tus pasos y que saltes directamente de la primera norma a la novena. Dale valor a mi
consejo, pues deberías tener en cuenta que te lo recomienda la chica que justo ahora
está cancelando una entrevista al deducir, por el relato de Olivia, que me dirigía a otra
de las sedes gallegas de la empresa de los dos señoros
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