La pelirroja de los ojos verdes, de Fernando Suárez Saavedra

 








La pelirroja de los ojos verdes

Fernando Suárez Saavedra/Bolivia

 

No.

Él no es un músico autodidacta. Él es un músico que se formó en el Conservatorio de Música. Pese a su formación musical toca en la calle, en la calle de diversas ciudades e incluso recorre varios países. Él tiene el cabello rojo y los ojos verdes. Cuenta con treinta años. Hacía un año sus padres tuvieron un accidente automovilístico. Su padre murió instantáneamente y su madre, en los últimos segundos de vida, le informó que tenía una hermana gemela y que, cuando él y su hermana estaban en la playa con apenas tres meses de vida, la bebé fue raptada y que luego de una intensa búsqueda que duró varios años los funcionarios policiales los aseguraron que la bebé murió.

“Yo creo que ella vive. Debes buscarla. Yo creo que unos gitanos se llevaron a tu hermana. ¡Búscala! Ella también tenía los cabellos rojos y los ojos verdes. ¡Búscala!”, pidió a su hijo y murió. Murió en otoño, era un otoño que llovía. Retornó a su casa en la que el silencio reinaba, un silencio que latía en todas las habitaciones, un silencio que susurraba, acechaba, oprimía, pesaba sobre su alma. Allí su gato saltó a sus brazos, se aovilló, le miró con sus ojos amarillos como dándole ánimo para vivir. En ese otoño planificó la forma de cumplir con el deseo de su madre. El vidrio de su dormitorio estaba roto y por allí ingresó una brisa tibia. En ese momento, cuando la brisa movió sus cabellos rojos, definió la búsqueda de su hermana.

Él se llamaba Martín, nació en Madrid, hijo del matrimonio de Alejandra y Rodrigo, secretaria ella, trompetista él, y que vivió con su familia junto a sus hermanos (Rocío, Fabián y Marco). A los quince años su padre le propuso aprender a tocar la trompeta. El quinceañero aceptó. En esa época fue famoso por sus solos de trompeta. Luego ingresó al Conservatorio de Música. Una vez que murieron sus padres y para cumplir el pedido de su madre, formó el grupo Blue jazz y empezó a dar conciertos en diversos lugares de Madrid. Él aguardaba que una muchacha de su edad, una muchacha con los cabellos rojos y los ojos verdes, apareciese de curiosa, pero no fue así, por ello continuaron la gira por Toledo, Sevilla, Valencia, Córdoba, Granada, Barcelona y todas las ciudades de España. La pesquisa fue negativa.

El grupo musical estaba compuesto por un trompetista, un saxofonista, un baterista, un violoncelista y un pianista, que tocaba él. Todos era compañeros del Conservatorio de Música. El grupo musical tenía la costumbre de ubicarse en una plaza o plazuela e interpretaban jazz, luego blue, bossa nova, rock, los temas de moda y los que pedía el público. Al finalizar, uno de los músicos solicitaba el apoyo económico recorriendo el lugar junto a un sombrero. Los espectadores apoyaban de buen grado al escuchar excelentes interpretaciones musicales. Sin embargo, otros los llamaban “limosneros”. “Ustedes son artistas… ¿por qué cantan en las calles y no en los teatros”, preguntó uno y Martín respondió: “Porque al teatro no van todos los transeúntes … ¿No es cierto?”. “Tiene usted razón”, replicó el caminante. Tampoco encontraron a su hermana.

De España pasaron a Marruecos. El resultado fue negativo, no ubicaron a la muchacha pelirroja de ojos verdes.

Continuaron el periplo y llegaron a Egipto. No la hallaron. Encontraron pasajes aéreos baratos a Sud África y viajaron a ese país. En Sud África, cuando viajaban al parque nacional Kruger, Martín encontró abandonado a una cría de gato, lo adoptó, lo alimentó, lo llevó al veterinario y el médico le informó que no era un gato, sino un tigre. Persistió en su adopción. En ese país no ubicaron a la muchacha de cabellos rojos y ojos verdes. Retornaron a España por mar para facilitar la salida de “Colmillo”, así lo denominó al tigre que adoptó.

En España efectuaron algunos conciertos en la calle, en las plazas y parques. No obstante, muchos, al ver con sus instrumentos musicales, los consideraban mendigos, “pobre gente”, dijo una señora antes de escuchar el concierto y otra expresó: “No. No les doy plata ¡Que trabajen!”. En las calles conocieron a músicos callejeros que eran desempleados y que, ante la posibilidad de robar para sobrevivir, se dedicaban a tomar una guitarra y cantar. Esos hechos sucedían, también, en la población migrante. Algunos músicos callejeros les contaron que antes trabajaban como lustrabotas, acarreadores, remontaban llantas, eran mecánicos, se alimentaban de las sobras en los basurales, dormían en las calles. Pero lo que más les disgustó a los integrantes de Blue jazz es que fueron perseguidos por la policía, por lo cual resolvieron viajar a Francia. Empezaron con París.

El aire era más caliente que nunca. La temperatura era de cuarenta grados y ello elevaba los ánimos de los músicos. París parecía un infierno, pero debajo de unos árboles, desde donde se divisaba la torre Eiffel, los músicos interpretaban sus temas felices, felices porque un buen número de personas observaba a los músicos y escuchaba las interpretaciones que efectuaban. Al final todos aplaudieron. En esos momentos emergió Colmillo sosteniendo en su boca un sombrero y recorría la media luna que había formado los espectadores. Al principio la gente se asustaba, pero, luego, poco a poco, se daba cuenta de que ese felino era manso y todos entregaron euros en ese sombrero negro. Algunos se sacaron unas selfis junto al tigre.

Otra noche tocaron cerca de Montmartre. En una de sus pausas se acercó una muchacha y les dijo en francés. “¿Podrían tocar el tema de la película El Padrino?”, la complacieron. Luego pidieron “Yesterday” de los Beatles, consintieron el pedido, cuando Martín vio a Marion Cotillard sentada sola bebiendo champagne, a unos diez metros de donde se encontraban los músicos se emocionó al verla. Él era admirador de la actriz francesa, especialmente por la película La vida en rosa, Taxi, y Aliados. Había visto tres veces La vida en rosa y desde entonces se volvió fanático de la cantante Edith Piaf. No podía creer que allí, de público, estuviese Marion Cotillard. Pensó en acercase y conversar con ella, mucho más cuando estaba sola. Pero consideró que debía ser mesurado, no había por qué correr y, tal vez, asustarla. Blue jazz interpretaba el último tema antes de una pausa. Él tenía miedo de que su actriz preferida se marchase. Ella estaba ahí, sentada, como si fuese una turista o una más del público parisiense. Llevaba una falda gris y una blusa azul. El cabello castaño reluciente. Usaba unas gafas que se las ponía y se las quitaba. Parecía pensativa. Una vez que concluyeron marchó rumbo a ella. Se acerqué a la mesa en la que se encontraba ella y le sobrevino un acceso de pánico. Se colocó en su espalda. No obstante, en ese momento, descubrió que un hombre se acercaba a la mesa. Era un hombre guapo con mucha clase. Llevaba barba y bigote. Se ubicó al lado de Marion. Parecía aproximarse a los cincuenta años. “¿Dónde estuviste Guillaume?”, indagó Marion. “Fui a comprar una revista en la que existe un artículo sobre tu última película”, respondió. Era su esposo. Retornó al lugar en el que se encontraba su grupo musical.

Desde ese lugar continuaba observando a Marion, cuando emergió una mujer mulata bella con el cabello voluminoso y negro. Ella parecía tener veinticinco años o un año más. El rostro era ovalado, ojos grandes, grises, una nariz respingada y unos labios carnosos. Ella se ubicó al frente del músico, se sentó en una silla, las piernas las entrelazó, sus zapatos eran negros, de taco mediano. Las medias eran brillosas, probablemente de seda, no se sabía si las medias eran de color rosado o color carne. Ella llevaba guantes. Miró a Martín y, en ese momento, se sacó el guante de la mano derecha. Se divisaba las uñas largas y pintadas de color negro. Extrajo una cajetilla de cigarrillos, sacó un cigarrillo y lo colocó al medio de los labios, luego sacó una cajita de fósforos. Se escuchó el chasquido del fósforo, pero el viento lo apagó. Sacó un encendedor y logró encender el cigarrillo.

-       Tu grupo es excelente, pero le falta una voz, un cantante o una cantante- dijo mientras se arreglaba el cabello debido a la irrupción del viento.

-       ¿Tú cantas?

-       Sí. ¿Quieres que cante un tema para que me califiques?

-       ¿Quieres integrar el grupo?

-       Sí.

-       ¿Qué tema quieres cantar?

-       Un tema francés clásico… La vida en rosa de Edith Piaf.

-       ¿En serio?

-       Sí.

Martín hizo conocer al grupo que interpretarían La vida en rosa. La muchacha tomó el micrófono y empezó a cantar. Ella cantó en francés y todos se sorprendieron de la perfección al punto que Marion dejó de hablar con su esposo y escuchó la canción atentamente. La muchacha cantó como si estuviese en otro mundo, en otra galaxia, como si su voz fuese la reencarnación de Edif Piaf. Las personas que caminaban por las aceras próximas, al escuchar el tema, se acercaron para descubrir a la persona que cantaba maravillosamente y, al final, todos aplaudieron. Marión se puso de pie y todos la imitaron.

-       ¿Me contratan? – preguntó la mulata.

-       Sí – respondió Martín.

Colmillo fue recorriendo el lugar con el sombrero entre sus fauces y todos colocaron dinero hasta llenar el sombrero.

La nueva cantante de Blue jazz se llamaba Bela, Bela Kasvar. Sus padres eran inmigrantes de Nepal. Ella llegó a Francia cuando tenía dos meses de nacida. Apenas que cumplió diez años sus padres murieron en un accidente ferroviario. Ella, desde que era adolescente, cantaba en las calles, en los bares, en los locales nocturnos y donde podía. Martín le preguntó si extrañaba su país. Esa pregunta fue para ella como si las nubes cubriesen el sol, su rostro estaba impasible y respondió que no podía extrañar lo que no conocía.

El concierto continuó. Bela interpretó “Non, je ne regrette rien”, “Sous le ciel de Paris”, “Hymne A L´Amour”. Todos aplaudieron y algunos turistas se acercaron para pedirles temas como “Venecia sin ti”, “La bohemia”, “Ne me quitte pas” y “Les feuilles mortes”.

Ese verano fue inusualmente cálido. Tocaron en las calles de París durante más de tres meses. Multitud de turistas iba y venía por el lugar, muchos de los Estados Unidos, de América del Sur, México y del Japón, pero también parisinos que aplaudían los temas.

Los integrantes del grupo musical se dieron cuenta de que Bela era hermosa, aunque un poco rara, por momentos era extrovertida, en otros silenciosa con la mirada perdida. Todos empezaron a enamorarse de ella, pero Bela cuando hablaba con Martín sonreía radiantemente. Se enamoraron.

-       Cuando interpretamos los temas en la calle, en las plazas o parques, observas a los espectadores con especial atención. ¿Buscas a alguien?

-       Sí. A mi hermana.

-       ¿Tienes una hermana? ¿De qué edad es?

-       Ella tiene mi edad. Es mi gemela. Fue secuestrada cuando era bebé y por ella la busco. Busco a una mujer de mi edad, que tenga cabello rojo y ojos verdes.

-       Debes tener paciencia. La encontrarás. No pierdas la esperanza.

-       Hablemos de ti. Es muy raro que una joven bella se una a un grupo musical que da giras por distintas ciudades y por varios países. ¿Cuál es tu futuro?

-       Yo no tengo futuro.

-       No entiendo.

-       En otro momento te contaré -sostuvo Bela e ingresó a un velo de silencio, un silencio que envolvía su cuerpo, su corazón y su alma. En ese momento, ella parecía un recipiente del silencio, un silencio particular como aquel que seguramente se dio cuando emergió el mundo o cuando se suscite cuando el mundo desaparezca.

Desde entonces Bela y Martín se volvieron amigos. En las horas en las que no tenían que brindar conciertos, caminaban por la ciudad buscando a mujeres pelirrojas con ojos verdes, buscando a la hermana de Martín. La pareja recorrió los barrios marginales y las casas de prostitución, buscaron en bares y en colegios, en universidades y en oficinas públicas. No encontraron a la hermana del músico.

Un mes después, un día antes de que partiesen de París, un amigo de Bela le informó que una turista tenía los cabellos rojos, los ojos verdes y la edad de Martín. La pareja fue al hotel en el que se alojaba esa turista. La observaron. Sí. Ella parecía tener la edad de Martín, tenía el cabello y los ojos como los de él.

La pareja se dirigió a la recepción del hotel y pidió hablar con la mujer pelirroja. El funcionario habló por teléfono, indagó los nombres de las personas que la buscaban y luego de un breve diálogo les anunció que los recibiría. El recepcionista les indicó los ascensores y les hizo conocer el número de la habitación en la que ella los aguardaba.

Era media tarde. Ingresaron a la suite de la turista. La pelirroja vestía una camiseta, pantalón jean y zapatos deportivos.

-       ¿En qué les puedo servir? – indagó la pelirroja.

-       Como usted podrá observar, Martín es pelirrojo, tiene los ojos verdes y su edad se asemeja a la de usted. Él está buscando a su hermana gemela. Cuando eran bebés de pocos meses, alguien la secuestró y se la llevó. Nunca la encontraron. Desde hace unos años estamos buscando a todas las mujeres pelirrojas, que tengan los ojos verdes y, fundamentalmente, que tengan su edad – explicó Bela.

-       Hum… es cierto, eres pelirrojo, tienes ojos verdes y pareces tener mi edad… ¿Sabes quién soy?

-       No. Solo la vimos y decidimos entrevistarla – aclaró Martín.

-       Si fuese tu hermana … ¿qué pretenderías al saber ello?

-       Nada más que conocer a mi hermana… En realidad, es un pedido que me hizo mi madre, cuando estaba por morir. Ella creía que mi hermana estaba viva y, por ello, estoy cumpliendo con el pedido de mi madre.

-       Yo soy millonaria.

-       No sabíamos. No nos interesa el poder económico que podría tener mi hermana – subrayó el músico.

-       Lo siento mucho. Yo nací en los países bajos. No tengo hermanos gemelos. En todo caso, para tranquilidad de ustedes, nos podemos hacer una prueba de ADN. ¿Está bien? – indagó.

-       Está bien – expresó Martín.

La pareja no pudo dormir esa noche. Para ellos, esa noche, todo calló, los ruidos de los autos, los diálogos de las personas, hasta el rumor se perdió. Sólo se escuchaban los latidos de los corazones de las personas que se amaban. Ese silencio evocó en el músico la noche estival, desnuda y silenciosa cuando él y su hermana nacieron. Martín tenía la seguridad de que esa turista no era su hermana. Al día siguiente se confirmó esa suposición.

-       Me llamo Susan Whitney – dijo la mujer y añadió: -¿Cómo te llamas?

-       Bela Kasvar.

-       ¿De dónde eres?

-       De Nepal, de un pueblo cerca del Himalaya.

-       Eres muy bella. Yo requiero una mujer que me acompañe… ¿Te animarías a vivir conmigo? Te pagaré un buen salario.

-       ¡Muchas gracias!, pero debo acompañar a Martín hasta encontrar a su hermana.

-       ¿Eres solidaria o… amas a Martín?

-       Creo que los seres podemos ayudarnos… mientras podamos.

-       Toma mi tarjeta… por si necesites mi ayuda – dijo y se marchó.

Blue jazz viajó a varias ciudades de Alemania, Países Bajos, Austria, Bélgica, Italia. Llegaron a Venecia. Allí fue donde Bela caminaba colgada del brazo de Martín. Formaban una pareja especial. Los demás integrantes pensaban que tenían una relación amorosa formal. Lo extraño era que cuando bebían café, ella caía en unos silencios abismales, o cuando sentados en las banquetas, ella asumía comportamientos distantes y su mirada vagaba hacia el infinito. Martín consideraba que había algo misterioso en ella. El agua y los canales de Venecia se adormecían en pesados silencios, lo mismo que el espíritu de la bella mujer. Ella, por momentos, parecía un espíritu solitario, distinguida, reposada en un silencio que le hablaba.

A finales de otoño Bela recibió una invitación para ocupar la primera voz de una orquesta en un hotel de cinco estrellas de París. La orquesta actuaba cuatro noches a la semana. Le garantizaban dos mil euros al mes, habitación y alimentación. Le comunicaron a Bela en un intermedio de un concierto y todos se quedaron atónitos al apreciar la impasividad de la cantante. “Lo pensaré”, respondió.

-       Debes aceptar – expresó Martín.

-       No. Voy a rechazar.

-       ¿Por qué?

-       Aquí, contigo me siento más realizada. Además… tenemos que ubicar a tu hermana.

El grupo se encontraba en la Piazza donde había varias mesas, los músicos, de alguna manera, cortaban el paso a los clientes. En ese momento surgió una brisa tibia. El grupo tocaba en el Caffé Lavena. Tocaban para una nutrida concurrencia. Alguien dijo: “Mira, allí está sentada Angelina Jolie”. Los músicos estaban acostumbrados a reconocer a artistas de Hollywood. Al final de cuentas estaban en la Piazza San Marco de Venecia.

Esa noche alguien buscó a Bela. Ella dialogó con un hombre con barba y bigote negro y espeso. Martín, al ver a ese sujeto, se inquietó, pero Bela acudió presuroso donde el músico.

-       Un amigo ha ubicado a una joven de cabellos rojos y ojos verdes. ¡Vamos! ¡Tengo la dirección! – informó Bela exhibiendo una hoja.

Las arterias estaban silenciosas y en penumbras. La luna brillaba en lo alto y el silencio era absoluto al punto que la pareja no escuchaba ningún ruido, ni de las personas, ni de los comerciantes, ni de los turistas. Ese astro parecía que se asociaba al drama que vivía la pareja. Esa luna parecía diferente, parecía más libre, más sincera, más íntima. Esa luna les proporcionaba tranquilidad, serenidad y paz mientras respiraban silenciosamente.

Bela tenía una hoja en donde se suponía podía encontrar a la hermana del músico. Tomaron una góndola. El gondolero ayudó a Bela a subir a la góndola. Luego ascendió Martín. El pequeño navío se deslizó por las aguas oscuras, al medio de edificios y debajo de los puentes. La góndola pasó delante de un restaurante iluminado. Luego se desplazó al medio de la oscuridad y el silencio. La góndola se dirigió hacia los canales. Llegaron ante un palazzo, luego al embarcadero. La pareja puso los pies en el embarcadero.

-       Me han dicho que por aquí vieron caminar a una pelirroja de ojos verdes. Aguardemos – sostuvo Bela.

La pareja aguardó una, dos horas y, al final, emergió una muchacha que parecía indigente y que estaba embarazada. Vestía un pantalón jean, una blusa oscura y un gorro negro. Lo más notorio de esa mujer era la barriga de ocho a nueve meses de embarazo. La muchacha era bella.

Martín corrió hacia ella y la afrontó.

-       ¿Cuántos años tienes?

-       No sé. Debe ser treinta – respondió.

-       ¿Cómo te llamas?

-       Riossette.

-       ¿Dónde duermes? -indagó el músico, pero la mujer no respondió, se limitó a mirar el piso.

-       ¿Quién es el padre de tu bebé? – preguntó Martín, pero la joven continuó mirando el piso.

La pareja condujo a Riossette a un hospital. Al principio la muchacha embarazada se negó, pues tenía miedo de ser ultrajada o de que intentasen separar a su futuro hijo o hija. Bela la persuadió. “Si no confías en las mujeres, confía en mí. Te protegeré de cualquier mal que pueda sobrevenirte”, aseguró Bela. Riosette aceptó. En el hospital la alimentaron, la bañaron, prepararon el parto.

-       Eres pelirrojo y tienes los ojos verdes como yo – señaló Riossette.

-       Sí. Es probable que seas mi hermana gemela, para ello debemos realizarnos la prueba de ADN. ¿Está bien?

-       ¿Para qué es esa prueba?

-       Para saber si eres mi hermana… y si no eres mi hermana… igual te apoyaré para que des a luz en este hospital. ¿Está bien?

-       Sí.

Les tomaron las pruebas correspondientes y a los pocos días salió el resultado. Eran hermanos. Bela averiguó que Riossette en su niñez vivía junto a unos gitanos, pero sus padres gitanos murieron por la peste cuando ella tenía diez años. Desde entonces fue una mendiga.

Cuando le informaron que era hermana de Martín, se puso a llorar y abrazó a su hermano que no dejaba de llorar.

-       ¿Dónde nacimos hermano?

-       En Madrid, España… ahora me puedes decir… ¿quién te embarazó?

-       Fue un cantante.

-       ¿Te violó?

-       No. Me sedujo, se iba a casar conmigo, pero murió debido a un infarto cardiaco.

Bela, cuando Martín se marchó, se aproximó a Riosette, la tomó de las manos dándole confianza.

-       ¿Es cierto que tu novio no te violó? A mí me puedes contar la verdad… además él ha muerto. No temas de que tu hermano pueda vengarse.

-       La primera vez yo no quería, pero él me obligó…

-       Está bien… ¿quisieras que tu hija sea varón o mujer?

-       ¡Que sea varón!... las mujeres sufren desde que nacen…

-       Las mujeres debemos luchar para impedir que continúen los abusos… si es mujer… debes educar a tu hija con espíritu de defender sus derechos… ¿Te parece?

-       Sí… tienes razón … desde ahora haré respetar mis derechos… los derechos de las mujeres.

A los nueve meses de embarazo nació la hija de Riossette y decidieron bautizarla con el nombre de Alejandra, como su madre.

-       ¿Bela es tu novia?

-       Sí.

-       ¿Se casarán?

-       Yo creo que sí… lo que sí es oficial es que retornaremos a Madrid. Allí nos estableceremos. Abriré una escuela de música. Mi grupo musical recorrió ciudad por ciudad y país por país para ubicarte, pero ahora que te ubicamos… viviremos en Madrid. Esta noche le propondré a Bela que nos casamos en Madrid.

Martín habló con Bela y le propuso casarse, pero ella no dijo nada, solo lo miró, lo miró largamente, largamente y en silencio, un silencio distinto, un silencio pegajoso y amorfo. Ese silencio parecía ser el silencio del amor, un silencio con amor y perfume eterno. Era un silencio dócil, un silencio amoroso, un silencio único.

-       No podemos casarnos.

-       ¿No? ¿Por qué? ¿Eres casada?

-       No.

-       ¿Entonces?

-       Tengo leucemia… que es cáncer en la sangre.,. mi leucemia es avanzada y me dieron unos seis meses de vida cuando te conocí, en París. Desde entonces transcurrieron casi cinco meses. Solo tengo un mes de vida.

-       Pensaba que nos podríamos casar en Madrid, pero ante tu revelación es mejor que nos casemos aquí, en Venecia, hoy mismo. Quien sabe vivas más meses, quien sabe te embaraces, quien sabe nazca nuestro bebé, quien sabe vivas uno o dos años, o más años luego del nacimiento de nuestro bebé.

-       ¿Será?

 

 

 

 

 



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