Putas cojas, de Alba de la Cruz García. III Certamen literario feminista La Corrala

 

El texto que está entre paréntesis y no tiene cursiva forma parte del pensamiento de los

personajes, pero no será, a menos que las directoras lo vean oportuno, dicho mediante

palabras.

El siguiente símbolo: “/”, significa que el parlamento se corta por la siguiente aportación

de los personajes.

                                                               Imagen propuesta por el colectivo generada con IA



Primer acto.

Alguien.

JAZMÍN: En algún rincón, de algún barrio, de alguna ciudad, de algún país.

Un piso. Un piso. Un asqueroso piso.

Olía a viejo.

NOEMÍ: ¿En qué momento nos perdimos?

JAZMÍN: Gotelé.

Sabanas rozando el suelo. Lleno.

Envoltorios de caramelo.

NOEMÍ: Déjame o acaba conmigo.

JAZMÍN: Pelusas grises. Desconchones de pintura blanca en el armario.

Olía a lavanda. A mata/

NOEMÍ: Una polilla gris en el suelo.

JAZMÍN: Muerta. Ahora aplastada por el vaivén de la vida en aquella habitación.

Y una enredadera.

NOEMÍ: Te dejas a Mip.

JAZMÍN: El halógeno del pasillo abrasaba las pupilas.

NOEMÍ: Lo miro. Lo miro. Lo miro.

JAZMÍN: La luz llegó a su corazón, ¿la salvó?

NOEMÍ: ¿Nos salvó?

JAZMÍN: Suciedad incrustada en el espejo.

La raspaba con el cepillo.

NOEMÍ: A veces/ Ojalá te lavases los dientes con ese cepillo.

JAZMÍN: Bebías.

Un foso sin fondo.

Una ciénaga.

NOEMÍ: Un conductor, un bar, un chupito y una mujer.

JAZMÍN: Olía a fango pestilente.

 El olor se te metía por los orificios nasales y te corroía el cerebro.

Te rascabas la nariz porque ardía.

NOEMÍ: Arde.

JAZMÍN: Ardía por dentro.

Naturaleza podrida.

NOEMÍ: Muerta.

 Te dejas a Mip. Arrancado y tirado por el suelo.

JAZMÍN: Un corcho repleto de tickets de supermercado.

Lista de cosas que hacer para mejorar como ser humano: número 62827321 Ir

al Psicólogo

NOEMÍ: Un satisfyer escondido a plena vista.

JAZMÍN: Colección de botellas y libros bajo la mesilla de noche.

NOEMÍ: Acaba conmigo como con Mip.


Esta puta casa es la ruina.

(Dos mujeres con la pierna en alto en una habitación con restos de partes de cuerpos en

escayola. Genitales en escayola. Culos en escayola. Manos expresivas en escayola.

Orejas en escayola. Un sillón azul turquesa con dos cojines grises. Una mesa blanca con

dos sillas rococó bajitas. Un suelo de madera ligeramente elevado. Olor ligero a pis y

tabaco en el ambiente. Estantería con una pequeña televisión sin cableado. Botes de

homeopatía. Libros de homeopatía y alimentación vegana. En el medio, una barra de

pole dance.)

NOEMÍ: Ayer me emparanoié, tía, con que me iba a morir.

JAZMÍN: ¿Perdona?

NOEMÍ: Que sí, que sí, tía. Me empezó... A doler... Como por aquí, por mi pie. (Quejido.)

Pues eso, que me emparanoié porque estoy tomando pastillas por mi espalda.

JAZMÍN: ¿? ¿Qué te pasó?

NOEMÍ: A ver. Es gracioso. Cuando me emparanoio, yo, como que no me lo pienso.

Improviso y luego que pase lo que tenga que pasar. Pues eso, tía, que yo estaba en un tasi,

lo típico.

JAZMÍN: Taxi.

NOEMÍ: Eso, el tasi.

JAZMÍN: Taxi, taxi.

NOEMÍ: Pues eso, tía, tasi. Estás pesadita, eh. Estaba en el tasi. Con un chaval, bueno,

haciéndole una paja al conductor… (Tiempo. Corto.) Veo a lo lejos, en el horizonte, a las

tres de la mañana, al lado de mi tienda favorita de charcutería, una mujer de la hostia. Una

preciosidad. Le daba la luz de las farolas en la cara. (Señalando sus pómulos.) Esta parte

de aquí parecía afilada como cuchillos. Brillaba. Caminando, to’ elegante, to’ preciosa.

Tenéis como algo en común, no sé, tía. Bueno, que le digo al conductor que parase y no

quería, decía que no podía dejarle así. Se puso mu’ plasta y me tiré del coche en marcha.

JAZMÍN: ¿Estás bien? ¿Te has hecho algo?

NOEMÍ: Lo del pie, tía, que no me escuchas. Pero que no me importó, eh. Que la perdí

de vista, pero me vino una brisilla, por esto de los sinsentidos de la vida, los caminos del

señor, el azar, la ilusión, los juegos, las anécdotas, que me vino un olorcillo, una brisilla,

un no sé qué a jazmín y lavanda. Y yo, sabía, no sé por qué tía, pero lo sabía, muy muy

muy segura estaba yo de esto, tía, que era de esa tía.

JAZMÍN: ¿Y qué te han dicho en el médico?

NOEMÍ: Cómo voy a ir al médico. Si estoy aquí. Ya iré. Pero, por si acaso, voy a seguir

viviendo y bebiendo como si no hubiera un mañana. Eso sí, mañana a trabajar.

JAZMÍN: ¿? /

NOEMÍ: ¿Tengo cara de poder dejar de currar? No, reina, que no, que no, que no. (Pausa.

Corta.) No me quiero rayar, pero todavía a veces pienso que se ha extendido lo de la

espalda y me va a llegar al cerebro y voy a chapar.

JAZMÍN: Pues fíjate que no me parece una forma tan horrible de morir.

NOEMÍ: Es una señal trascendental de que tengo que dejarlo.

JAZMÍN: ¿El qué?

NOEMÍ: De ser traductora.

JAZMÍN: Puta.

NOEMÍ: ¿Por qué me insultas?

(Polillas grises entran en la habitación.)

JAZMÍN: Puta. Eres puta.

NOEMÍ: Nos acabamos de conocer. ¿Por qué coj/? ¿Por qué me insultas? Soy traductora.

JAZMÍN: No deberíamos renegar de lo que somos, si no los demás/

NOEMÍ: (Cortante.) Que no me conoces de nada, tía.

JAZMÍN: (Intenta comprender, no es un reproche.) ¿Y lo de masturbar al conductor del

taxi?

NOEMÍ: Pues lo típico. Una paja para… Ya sabes. (Se descojona.)

JAZMÍN: Creo que tienes razón. (Tratando de apaciguar las aguas. Sonriendo y

tendiéndole la mano.) No te conozco. Ni sé cómo te llamas. (Silencio corto.) ¿Quieres un

ibuprofeno? Cuando te recogí del bar ayer ibas un poco…

NOEMÍ: La resaca se pasa bebiendo.

JAZMÍN: (Suelta una carcajada. Le tiende un cartón de vino, va a pasarle el vaso, pero

cuando se va a dar la vuelta, NOEMÍ ya está bebiendo felizmente a morro. JAZMÍN se

queda el vaso para beber. Pero, con pajita, obviamente, no somos animales.) (Silencio.

Con sumo tacto.) ¿Por qué en el bar le ofrecías a uno hacerle una mamada a cambio de

un chupito?

NOEMÍ: Yo lo llamo amortizar. La tres de la mañana. Me subí al tasi. (No sabes cómo

me miraba el cabrón.) ¡Menos mal que estaba bueno!

(Más polillas grises entran en la habitación durante un tiempo empezando a teñir las

blancas paredes de gris.)

JAZMÍN: Pero, yo creo/

NOEMÍ: Estaba bueno, no llevaba yo mucha pasta. (Si Dios me dio un par de tetas, tendré

que amortizarlas, ¿no?) Venga… Ya lo hacía en su imaginación el cabrón, ¿cuál es la

diferencia?

JAZMÍN: (Silencio.) (JAZMÍN intenta evitar una arcada.)

NOEMÍ: No, no, dime.

JAZMÍN: A ver, yo creo/ (Con la siguiente aportación de NOEMÍ comienza a marearse,

empieza a sentir ligeramente que el piso se tambalea, que encuentra en medio de arenas

movedizas.)

NOEMÍ: ¿Quieres saber si quería? (Silencio.) Da igual. Voy gratis a mi casa.

JAZMÍN: (Pausa. De verdad que intenta entenderla, eh. Pero lo cuesta.) ¿Gratis?

NOEMÍ: No me vengas con moralismos baratos. A las miradas lascivas les digo: yo más.

(Silencio. Largo.)


Mi nueva puta mejor amiga.

NOEMÍ: Por cierto, ¿cómo te llamas?

JAZMÍN: Jazmín.

NOEMÍ: ¿Es tu nombre, nombre, o el “artístico”?

JAZMÍN: Mi nombre, nombre. (Pausa.) ¿Tú?

NOEMÍ: Noemí.

(JAZMÍN bebe de su calimocho con pajita mientras mira fijamente a NOEMÍ. NOEMÍ

carraspea.)

NOEMÍ: ¿Por qué tienes esa cicatriz tan grande?

JAZMÍN: ¿La de la rodilla?

NOEMÍ: (Bebe a morro del cartón de vino. Asiente de mientras, lo que provoca que se le

caigan unas gotas de vino en la pierna desnuda. Lo coge con el dedo, se lo lleva a la boca

con normalidad ante la atenta mirada de JAZMÍN.)

JAZMÍN: Mi prima Crystal, la que vive al fondo del pasillo tuvo un accidente. Tenía un

novio al que no le gustaba su profesión… Bueno, el novio este, bueno, no voy a decirlo,

bueno, sí. Bueno… No, mejor no.

(Una polilla gris entra por la ventana que se mantiene abierta.)

JAZMÍN: Sí, sí. Es un maltra… Un… Un cabrón. (A las cosas por su nombre, Jazmín.)

Yo no sé cómo pasó y no sé si quiero saberlo. Ella dice que tuvieron un accidente con el

coche. Debía de ir ella conduciendo. Se apareció un animalillo. Ella decía que un bicho.

Una polilla o así. Tenía que ir borracha porque una polilla no hace nada. (Al grano que,

seguro que se aburre, llevas mucho tiempo hablando tú, tú y solo tú). Acabó sin rodilla y

yo le di la mía.

NOEMÍ: ¿Cómo?

JAZMÍN: Pues no sé exactamente cómo lo hicieron. No soy médico, aunque empecé la

carrera. (Tiempo. Un regustillo de temblor puede llegar a olerse en JAZMÍN.) Supongo

que abrie/

NOEMÍ: No, no. Me refiero a por qué.

JAZMÍN: Pues no sé. Se había quedado sin ella y le di la mía.

NOEMÍ: Ya, pero… Así tú no puedes doblar la rodilla.

JAZMÍN: Ya.

NOEMÍ: Eres una puta coja. (Se ríe)

JAZMÍN: Somos dos putas cojas.

(JAZMÍN comienza a reírse. La risa de NOEMÍ se corta. Silencio. Largo.)


Qué puta hostia me he dado.

NOEMÍ: Entonces, ¿eres prostituta?

(Tiempo. Un temblor se aprecia en JAZMÍN.)

JAZMÍN: Sí.

NOEMÍ: Pero, ¿prostituta, prostituta?

(Tiempo. El temblor se aprecia más claramente en JAZMÍN, pero no a nivel externo.)

JAZMÍN: Sí.

NOEMÍ: Pero, ¿como las prostitutas de Almodóvar?

JAZMÍN: No entiendo la pregunta.

NOEMÍ: Me refiero a esas prostitutas que… O sea, ese tipo de prostituta… O sea, como

que te disfrazas… Pero, como que no pareces… O sea/

JAZMÍN: Creo que te entiendo…

(NOEMÍ la escucha, con los ojos abiertos. JAZMÍN no recordaba lo que era esa calidez,

porque se fue, hace un tiempo, mucho, ocho años. JAZMÍN trata de hablar. Sigue

intentándolo. Sigue intentándolo…)

(Silencio. Largo. Lo suficientemente largo para crear malentendidos.)

NOEMÍ: (A nadie le gusta molestar… Y, supongo que los prejuicios bailan un vals con

el asco. NOEMÍ intenta levantarse. Lleva el cartón de vino en la mano.) Bueno, mejor

me voy a ir yendo… Mu’ guapa tú y la casa. Un placer. (Intenta andar. Las maniobras

se empiezan a complicar. El cartón de vino no ayuda. Va a la pata coja. Los envoltorios

de caramelos del suelo parece que se ríen de ella. La madera está entre resbalosa y

pringosa. La situación se hace imposible. Se resbala. Se cae. Se tira todo el vino encima.)

NOEMÍ: Joder. ¿Por qué hay agua? (Huele.) No, no, no, no. Por favor, no. Que el vino

no sale. Joder, qué puto asco. Huelo a fiestas de pueblo. Ah, ah, ¡ah! CÓMO DUELE LA

ESPALDA. Joder. Ah, ah, ah, ah. Me he calao. Joder, macho. QUÉ PUTA MIERDA

TODO. Uiuiuiui.

JAZMÍN: Vuelve a tenderte sobre el suelo.

NOEMÍ: Ni de puta coña. Dios, la espalda.

JAZMÍN: Que te tiendas sobre el suelo.

(Es la primera vez que NOEMÍ ve a JAZMÍN siendo realmente tajante. Ese hecho rompe

su cabeza, que es dura como el diamante, aunque habría quién piensa que no es tan

bonita e, incluso, tan cara. JAZMÍN intenta ayudar, pero tras varios intentos, no logra

levantarse de la silla. NOEMÍ tiene que tenderse sobre el suelo por el mareo.)

NOEMÍ: Qué asco, qué asco, ¡qué asco! (Voy a llorar.)

JAZMÍN: Respira y estate tranquila. Ahora te dejo meterte en la ducha/

NOEMÍ: Ni de puta coña.

JAZMÍN: ¿?

NOEMÍ: Que no, que no. O sea, quiero decir… Me ducho en MI casa.

(Tiempo.)

JAZMÍN: No.

(La cabeza de NOEMÍ vuelve a romperse. Ha pasado muy poco tiempo entre estos dos

sucesos. Le gusta… que le rompan los esquemas. No va a reconocerlo.) (Silencio. Largo.)


Solo es una puta palabra.

(NOEMÍ sale con una toalla en el pelo, con ropa nueva que JAZMÍN le ha prestado, con

un olor dulce y ligero y con las muletas de JAZMÍN.)

NOEMÍ: (En voz baja.) Gracias.

JAZMÍN: De nada.

NOEMÍ: (Con la boca pequeña, pero intentando de alguna manera ser amable y soltar

un cumplido.) Me lo esperaba más feo.

JAZMÍN: ¿El baño?

NOEMÍ: (Asiente.)

JAZMÍN: (Comenzando a jugar.) ¿Como salido de una película de terror?

NOEMÍ: (Siguiendo el maravilloso juego.) Halaaa… Exagerada. Tal vez una luz verde

monstruo del pantano de mi pueblo.

JAZMÍN: ¿Hay un monstruo en el pantano de tu pueblo?

NOEMÍ: Fijo.

JAZMÍN: (Juguetona.) ¿Qué más creías que habría en el baño?

NOEMÍ: Supongo que un surtidor de condones… (Viendo que JAZMÍN comienza a

reírse.) La alfombrilla marrón de la asquerosidad… (Buscando que los cascabeles de la

risa de JAZMÍN perduren unos segundos más en el aire.) El váter negro y, vamos, desde

luego sin escobilla.

JAZMÍN: ¿El salón te lo hubieses imaginado así?

NOEMÍ: Una tele más grande o, no, “nono”, mejor. Una de culo de hace ochocientos

siglos… Mazo sillones de los ochenta con colillas y agujeros, no este turquesa tan mono.

(JAZMÍN se ríe y NOEMÍ se da cuenta de lo ligera, liviana y fresca que le resulta su

risa. NOEMÍ al darse cuenta de por dónde iban sus pensamientos, menea su cabeza.

Regresa a escanear la habitación.)

NOEMÍ: Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las

vacas. Hostia, me encanta este libro. Me lo leí hace mazo. Soy más del de Hacia un futuro

vegano. (Se queda ojeando los demás libros.) La revuelta de las putas. (Se queda ojeando

el libro.)

NOEMÍ: ¿Putero exactamente qué significa?

JAZMÍN: Para mí es la/ el que paga por tener sexo.

NOEMÍ: Mi abuela decía que mi tío era eso.

JAZMÍN: ¿Putero?

NOEMÍ: (Afirma sin despegar la mirada del libro.)

(Pausa.)

JAZMÍN: ¿Tu tío pagaba por sexo?

NOEMÍ: No.

JAZMÍN: ¿?

NOEMÍ: Da igual. Es solo una palabra.

JAZMÍN: (Ligera, como si fuese su mantra favorito.) Una palabra nunca es solo una

palabra.

(Silencio.)

NOEMÍ: Le llamaban putero porque le gustaban mucho las niñas.

JAZMÍN: (De broma, pero no de broma. Pero tirando más a broma. Ya me entendéis.)

Si te gustan las niñas...

NOEMÍ: Joer, tía. Ya lo sé, tía. Ni se te ocurra pensar que mi tío era eso.

JAZMÍN: (A las cosas por su nombre, Jazmín.) Si te gustan las niñas…

NOEMÍ: Otra vez los moralismos…

JAZMÍN: (Vuelve a reírse.)

NOEMÍ: (Nerviosa.) Lo que quería decir es que le gustan mucho las mujeres.

JAZMÍN: Ya lo sé. (Se ríe tiernamente de los nervios de NOEMÍ.)

NOEMÍ: No te rías.

JAZMÍN: No me río.

NOEMÍ: Sí te ríes.

JAZMÍN: (Se ríe más efusivamente.) No me río.

(NOEMÍ la mira intentando parecer enfadada.)

JAZMÍN: ¿Qué pasó con tu tía?

NOEMÍ: Tío.

JAZMÍN: Pues, ¿qué pasó con tu tío, “tía”?

(NOEMÍ intenta hacerse la ofendida. Le sale muy mal.)

JAZMÍN: Venga…

NOEMÍ: Mi abuela decía que mi tío era un putero porque iba con muchas mujeres.

JAZMÍN: (Con una inocencia bien bonita y con curiosidad, mucha curiosidad, una

curiosidad que podría resultar irresistible…) ¿Le llamaban putero por amar?

NOEMÍ: Bueno, amar, amar… ¿Quién cojones sabe lo que es amar a día de hoy?

JAZMÍN: Dos o tres afortunados.

(Esa frase entra de lleno en NOEMÍ, como una bocanada de aire fresco con olor a jazmín

y lavanda.)

NOEMÍ: Le gustaba mucho follar.

JAZMÍN: Tiene su interés.

(Silencio.)

NOEMÍ: ¿A ti te sigue gustando?

JAZMÍN: ¿Follar?

NOEMÍ: Sí.

(Tiempo.)

JAZMÍN: A veces encuentro placer follando. Otras encuentro el placer cuando acabo de/

NOEMÍ: ¿Por qué lo haces?

JAZMÍN: (La chiquilla es muy amable, pero amable, amable, no de este amable

impostado y forzado.) ¿Por qué soy puta?

NOEMÍ: Sí, o, bueno, qué tipo de puta eres, o, qué, o, no sé… O… No sé… (Pausa.) Da

igual.

JAZMÍN: Eso es muy general, “tía”. (Tiempo.) Mi madre…, bueno, realmente mi

padre…, y, cuando se enteró de lo que hacía mi tío… y las dichosas apariencias de mi

madre… El silencio hace mucho daño, ¿sabes? (Tiempo.) Necesitaba dinero para hacer

medicina y… no sé…, no quería parecerme a mi madre, supongo.

NOEMÍ: ¿Y no te podían ayudar?

JAZMÍN: No.

NOEMÍ: ¿Tu madre?

JAZMÍN: No.

NOEMÍ: ¿Tu padre?

JAZMÍN: Está un poco… Supongo… Está… muerto. (Dándose cuenta de la pastosidad

de la palabra que sale por primera vez de su boca.) Hace ocho años.

NOEMÍ: ¿Y tu tío?

JAZMÍN: A veces pensaba: ¿por qué no? El placer que me iba dar… la curiosidad… y

me he llegado a correr con clientes… y me he enamorado de clientes… Sentir que una

persona se muere por ti unos segundos… El poder de saber que puedes destruirle en

momentos tan delicados… (Tiempo.) Seguro que me entiendes.

NOEMÍ: (No acostumbrada a que JAZMÍN sea directa. Esta vez no le hace tanta gracia.)

No es lo mismo.

JAZMÍN: (Con mucho cuidado, excesivo respeto y midiendo sus palabras.) ¿No?

NOEMÍ: No.

(Silencio.)

JAZMÍN: Oye, ¿no ves un poco más grises las paredes?

NOEMÍ: Será el cielo.

(JAZMÍN se acerca a la ventana.)

JAZMÍN: Hay un sol impresionante. ¡Cómo has crecido, Mip! Creo que voy a llamar para

que le poden…

NOEMÍ: No te han hecho nada las plantas.

JAZMÍN: No sé, ha crecido muy rápid/

NOEMÍ: Joer. ¡Que no te han hecho nada!

(JAZMÍN vuelve a marearse. Vuelve a sentir las arenas movedizas. A sentirse entre dos

bandos que le apuntan con objetos afilados.)


Y punto.

(Un mundo utópico donde puedes decir lo que realmente sientes. Muy, muy lejano a la

realidad.)

JAZMÍN: Sucia. Muy sucia.

NOEMÍ: Seca. Como si me hubieran quitao toda el agua del cuerpo.

JAZMÍN: Fangosa. Pegajosa.

Muchos cardos se han enredado en mi vello. A mi vello de …/ Y duele sacarlos. Casi

prefiero dejarlos campar a sus anchas… Intentar no apoyarme en uno de ellos para que

no decidan perforar mi piel con sus aguijones finitos.

NOEMÍ: Si los sacas la sangre va a empezar a salir.

JAZMÍN: No para. No para. Y pongo tiritas. Y no para. Y me hago un torniquete y no

para. Así que no los saco. Así la gente no ve los hilillos de sangre que salen de mi piel y

no paran y no me desangraré con una muerte lenta.

NOEMÍ: A nadie le importa los cardos. Tus cardos.

JAZMÍN: A nadie le importa ya los detalles. Ver los poros de tu piel. Prefieren hacértelo

a oscuras. O con una luz en el rostro y otra apuntada hacia tu coño para ver cómo entran.

No ven que con cada embestida ponen nuevos cardos en mi piel de perra.

NOEMÍ: Arráncalos todos de golpe.

JAZMÍN: Mi piel comenzará a llorar cuando mis ojos ya son incapaces de hacerlo.

Llorará y me sentiré más débil. (Pausa.) Lo suelo hacer aquí, en casa. Entre estas cuatro

paredes.

NOEMÍ: No des pena. Nadie quiere dar pena. Nadie quiere que lo miren con puta cara de

pena.

JAZMÍN: Cuando los hilillos me recorren, tengo mi ducha favorita. Quitar impurezas y

que la madera absorba mi putrefacción, mi pus, casi mi bilis.

NOEMÍ: ¿Qué piensas en esos momentos?

JAZMÍN: En que hay tantas cosas que no deberían ser y me enfado conmigo misma por

vivir en la expectativa y no en la realidad.

NOEMÍ: ¿Te das asco?

JAZMÍN: Por sufrir por cómo es la vida.

NOEMÍ: Y, ¿cómo es la vida?

JAZMÍN: ¿Soy víctima?

NOEMÍ: Me das más pena que yo a mí misma.

JAZMÍN: Tienes libertad y la utilizas para hacerte esclava.

NOEMÍ: La esclavitud me da asco. Tanto como que mi hermano se fuese a tomar por

culo y me dejara sola. Tanto como la cara de decepción de mi abuela, arrugada como una

pasa a punto de reventar. ¿Os hacéis un puta idea de lo jodido que es que una pasa

reviente? “Ojalá te hubieras ido tú a la Conchinchina belga.” Si dices: Conchinchina

belga, la frase parece que no va en serio. Pero, a Dios le reza cada noche para que sea

verdad. Ojalá no escucharlo y no ver las miradas repetidas de mi padre a mis tetas.

Demasiadas, papá. Demasiadas para ver si te gusta o no una camiseta. No me miréis con

cara de pena, joder. Me da asco. Tanto como el olor de la sangre. El sabor de la sangre.

El color de la sangre.

JAZMÍN: El color de la sangre no debería ser.

No debería ser rojo cuando lo huelo y es azufre.

Cuando lo toco y me recuerda a la miel.

Cuando lo saboreo y es ácido. Como un limón.

Chirria. La sangre es aguda. Debería ser amarilla.

Una vez decidí tomar muchos limones para ver si cambiaba.

Me quitaba el cardo y solo quería que cambiase.

Me daba asco por no aceptar la condición humana.

Que hay cosas que son y punto.

Que hay gente asquerosa y punto.

NOEMÍ: Que hay maldad y punto.

JAZMÍN: Que hay puteros y punto.

NOEMÍ: Que hay gente que te viola y punto.

JAZMÍN: Que hay gente que te insulta y punto.

NOEMÍ: Que hay gente que te odia y punto.

JAZMÍN: Que hay gente que inflama y punto.

NOEMÍ: Que hay gente que te mata y punto.


Segundo acto.

CIERRA LA PUTA BOCA.

(JAZMÍN se está meando. Entra en el baño y de repente, se encuentra una muela en el

suelo. Se le corta la meada. Acerca su mano a la muela. Ve que es una muela. Se sube

las bragas y los pantalones. Va hacia el espejo. Abre la boca. La muela del suelo ha

dejado un hueco en la boca de JAZMÍN. JAZMÍN mete la muela en un bolsillo. Sale del

baño. Se sienta junto a NOEMÍ y suspira.)

NOEMÍ: No tengas en cuenta lo que voy a decir. Pero, mi abuela me decía al suspirar: Te

huele el aliento a soledad.

JAZMÍN: (Nos huele.)

(Silencio. Las polillas continúan entrando y plagando las paredes. La enredadera ha

conseguido entrar en la casa.)

NOEMÍ: Mi abuela hablaba sola de la soledad.

JAZMÍN: (Contesta sin entender exactamente por qué huele a melancolía, a crema de

abuela, a madera acabada, a orina… En resumen, a viejo, a lo pasado, sea lo que sea

eso para cada cual.) Abuelas, un misterio…

NOEMÍ: Mi abuela me miró al nacer. No tenía mucho pelo. Mi abuela dijo que era fea.

¿Qué niño nace guapo rodeado de sangre y de tripas? (Seguramente mi hermano). Parecía

un tampón usado.

JAZMÍN: ¿A qué animal le recordabas?

NOEMÍ: ¿?

JAZMÍN: Me gusta pensar que cuando nacemos nos parecemos a un animal y esa esencia

nos persigue. Como si fuera nuestro origen.

NOEMÍ: Los libros están empezando a afectarte…

JAZMÍN: Supongo que es una tontería, no/

NOEMÍ: Un pollo feo. O, mejor, un potrillo. Inútil. Incapaz de andar. Feo. Mejor un pollo

feo.

JAZMÍN: Como dicen, un cisne de mayor, ¿no?

NOEMÍ: Te viene a ti como anillo al dedo.

JAZMÍN: (Ilusionada.) ¿Por?

NOEMÍ: Los cisnes se ponían encima de las puertas donde se prostituían las jóvenes.

JAZMÍN: (La ilusión se esfuma de un plumazo.) No me sabía yo esa historia.

(Silencio.)

NOEMÍ: No soy un cisne y no tengo dinero para llegar a serlo. (Había amigos de mi

padre que me veían bonita.) Nunca entenderé porqué a la mayoría de los hombres se les

pone dura con las niñas. (Niñas.) Potrillas con piernas débiles para huir. Pollitos incapaces

de chillar. Niñas. (“Entiéndeles, son hombres, son débiles, piensan con el pene”.)

Entiéndeles. (Su mirada.) Entiende su deseo. Entiende las pajas que se harán en casa

corriéndose sobre el azulejo blanco desgastado y amarillento. “Al menos sólo pasa en su

mente”. (A las niñas recién salidas del cascarón.)

JAZMÍN: (A veces pienso que tengo que darles las gracias por la consideración que tienen

al usar condón.)

(Silencio.)

NOEMÍ: ¿Por qué lo sigues haciendo?

(Silencio. NOEMÍ vuelve a escuchar a JAZMÍN como hace ocho años el padre de

JAZMÍN lo hacía. Tiempo.)

JAZMÍN: No lo sé. (Tiempo.) Supongo que es fácil.

(Los prejuicios de NOEMÍ empiezan a dejar de bailar un vals con el asco.)

NOEMÍ: Nadie es dueño de sí mismo.

(JAZMÍN quiere regurgitar. Tiembla. Recuerda al potrillo del que NOEMÍ hablaba. Se

muerde la lengua. El vómito vuelve dentro de sí a recorrer sus venas.)


Puta madre.

(Un mundo utópico donde puedes decir lo que realmente sientes. Muy, muy lejano a la

realidad.)

JAZMÍN: Seca. Creo… Me quedé seca. Como… un cardo.

Duele. Cada vez que duele, la pared se hace… más grande, más… opaca.

NOEMÍ: Pienso en mi abuela y lloro.

La he odiado durante mucho tiempo. Mucho. Muchísimo.

He sido capaz de odiarla tanto que era incapaz de llamarla abuela.

JAZMÍN: Todo lo que ha sido tocado duele, (Tiempo.) escuece, (Tiempo.) se vuelve

viscoso.

¿Odio ser mujer?

NOEMÍ: Odio ser fea. La vida es más fácil si eres guapa.

Solo soy menos apetecible por la calle. Una presa invisible.

¿Quiero ser invisible? (Tiempo.) No, ¿no?

JAZMÍN: No: la palabra prohibida.

Aguantar parece ser mi palabra favorita.

(Pronuncia el “no” de distintas formas para ver cómo su pastosidad cambia,

se modifica e, incluso, desaparece… En un eterno tiovivo.)

La primera vez que me tocaron sin mi permiso el "no" no salió de mi garganta.

NOEMÍ: Yo fui incapaz de gritar.

JAZMÍN: Cristales lacerándome por dentro.

NOEMÍ: Yo fui incapaz.

JAZMÍN: Al parecer porque nos enseñaron la palabra prohibida… (Se ríe.)

Y aquí estoy, siendo una mala samaritana. Una mala hija. Una mala mujer. Lo

que siempre, todos los veranos, me gritaban por la calle: una puta.

Una puta diciendo sí.

NOEMÍ: Pero, qué más da ya, ¿no?

JAZMÍN: Qué más da.


Puta ciega.

NOEMÍ: Tienes una cara horrible.

JAZMÍN: Muchas gracias.

NOEMÍ: No, lo digo en serio, parece que vas a vomitar.

JAZMÍN: No me pongas cara de pena, por favor.

NOEMÍ: Yo n/

JAZMÍN: Lo has hecho.

NOEMÍ: No quer/

JAZMÍN: Lo has hecho.

(NOEMÍ se acerca a JAZMÍN.)

JAZMÍN: No te acerques.

NOEMÍ: Vale.

JAZMÍN: Por favor.

NOEMÍ: Perdón.

JAZMÍN: No sé por qué tengo tanta ganas de vomitar…

JAZMÍN: No voy a vomitar.

NOEMÍ: Intenta ir al baño.

JAZMÍN: Me estoy mareando. (Pausa.)

NOEMÍ: Vamos al baño.

(NOEMÍ intenta coger a JAZMÍN. Que si las muletas, que si las cojeras, que si te cojo

de la cintura y “te asustas”. Que si te apoyas y me duele la espalda. Que si llevamos un

poco de alcohol de más en el cuerpo. Que si me gusta tu risa. Que si te quiero lamer el

vino que se te ha caído y llega hasta tu clavícula. Que si me meo y no llegamos. Que si

siento que está siendo el mejor día de mi vida…)

JAZMÍN: (Intentando poner espacio sobre ambas.) ¿Se ha hecho de noche?

NOEMÍ: No, es de día. Hace bastante sol.

JAZMÍN: No.

NOEMÍ: Sí. (Señalando la ventana) Mira.

JAZMÍN: ¿Cómo/ Pero…/ Jod/ Cómo ha crecido tan rápido?

NOEMÍ: Tampoco es necesario exagerar, eh.

JAZMÍN: (Arcada.) Es mi casa y te digo que ha crecido rápido. Voy a cortar a Mip, pero

ya. Espero que luego no me odie. (Intentando acercarse a la ventana. NOEMÍ no sabe si

ayudarla o no.)

NOEMÍ: Déjalo, que te vas a dar una buena... Además, es hasta bonita.

JAZMÍN: ¿Bonita? Si dejas crecer mucho a Mip, destroza hogares.

NOEMÍ: Tienen flores bonitas. No está haciendo Mip nada malo.

JAZMÍN: Quita la luz. No puede quitarme la luz. Necesito luz hasta para hacerme un té.

NOEMÍ: Siendo una friki de la luz, ¿por qué cojones no has pintado las paredes de

blanco?

JAZMÍN: Están pintadas de blanco.

NOEMÍ: Pues te lo han pintado blanco hueso tirando a hueso bastante gris.

JAZMÍN: Será la luz.

NOEMÍ: Será la luz. Vamos al baño.


¿Dónde está mi cuerpo?

(Un mundo utópico donde puedes decir lo que realmente sientes. Muy, muy lejano a la

realidad. O puede que empiece a no serlo tanto... Puede ser un baño, en algún rincón, de

algún barrio, de alguna ciudad, de algún país. Romper con algo así puede empezar por

la mayor de las tonterías… Incitada por un mundo que fue mejor, del espacio del calor,

del recuerdo, del momento en el que cada cual fue feliz...)

JAZMÍN: (Mientras hace pis. Con un mareo muy, muy, muy, muy interesante.) Un tiovivo

con una música estridente que no para de girar.

 Y girar. Y girar. Y girar.

 Y girar. Y girar. Y girar.

 Y girar. Y girar.

NOEMÍ: Mi abuela me llevaba a ver un tiovivo. Todos los años por navidad. Las figuras

de madera estaban hechas a mano. (Enrollándose papel higiénico alrededor de la mano

para dárselo a JAZMÍN.)

Recuerdo el unicornio de madera.

El dragón de madera.

El esqueleto de madera.

JAZMÍN: (Limpiándose con el papel.) Estoy cansada de esa música.

 De escucharla a cada minuto.

 De escucharla incluso durmiendo.

NOEMÍ: (Ayudando a que se levante de la taza y se suba las bragas y los pantalones.)

Luego me llevaba a por castañas.

 Castañas asadas.

 Los guantes se me llenaban de las cáscaras.

 Me hacía daño en las encías, pero no sabes cuánto me gustaba…

JAZMÍN: (Intentando subirse las bragas y los pantalones con la ayuda de NOEMÍ, que

encuentra cierto placer en la situación rara que está sucediendo. En la confianza. En la

complicidad. En la escucha. No le ha molestado el sonido del pis de JAZMÍN, ni las

continuas náuseas que comienzan a intensificarse.) Daría lo que fuera para que el tiovivo

pare, deje de marearme y deje de vomitarme encima todo el rato.

NOEMÍ: El chocolate caliente con las típicas pastas… ¿Cómo cojones se llamaban las

putas pastas? Las de la caja azul y roja con el puto Papá Noel…

JAZMÍN: (Acercándose a lavarse las manos y la cara, con ayuda de NOEMÍ.) Haz que

pare.

 Por favor. Por favor. ¡Por favor!

 Haz que pare. Haz que pare. Haz que pare.

NOEMÍ: Joder… Las putas pastas… Que son como bizcochos de soletilla…

JAZMÍN: Últimamente la gente es inflamable.

 El humo te sube por la nariz y te hace llorar. (Arreglándose las pintas

mirándose al espejo.)

 No veo dignidad,

 redención,

 lógica,

justicia,

bondad en el ser humano.

¿Dónde está?

NOEMÍ: Cómo cojones se llaman las putas pastas… La caja azul con el puto Papá Noel.

(Se toca los bolsillos.) ¿Mi teléfono?

JAZMÍN: (Escupiendo para quitarse el mal sabor de boca.) Últimamente me resulta más

fácil empezar a llorar que acabar de hacerlo.

NOEMÍ: ¿Sabes dónde he dejado mi teléfono?

JAZMÍN: (Raspando su lengua con los dedos para limpiar el color que ha dejado el

vino.) Es lo primero que aprendemos a hacer al llegar al mundo y nos dan golpes en la

espalda para dejar de hacerlo.

Luego los golpes empiezan a ser más fuertes y no solo en la espalda.

NOEMÍ: ¿Jazmín? Échate agua, venga.

JAZMÍN: (NOEMÍ le moja la nuca y la cara mientras ella continúa.) Y son tan

constantes que cuando el humo de la cerilla intenta subir, tu cuerpo recuerda la hostia, y

aprende a dejar de hacerlo.

NOEMÍ: (Cogiendo la cara de JAZMÍN entre sus manos.) Oye, ¿me escuchas? Háblame,

por fa.

JAZMÍN: Bizcochos de Lerma.

NOEMÍ: ¡Bizcochos de Lerma! ¿Cómo te has acordado?

JAZMÍN: Porque es la piel la que recuerda.


Puta confianza.

(Sigue siendo el Baño. Hay algo distinto. ¿Qué ha pasado? ¿Qué se ha reconectado? Lee

la escena y saca conclusiones. La vida no es fácil. Venga… Te puedo echar una mano…

Te puedo decir que: NOEMÍ ve un diente en el suelo. Es de JAZMÍN. JAZMÍN se mira

al espejo. Distorsión. Arcadas. Arcadas. Mareos. Mareos. El espacio se vuelve un cuadro

expresionista.)

JAZMÍN: ¿No te da asco?

NOEMÍ: ¿El qué? ¿El baño?

JAZMÍN: Las arcadas.

NOEMÍ: No. ¿Por qué me iba a dar asco?

(JAZMÍN tiene sudores fríos. No sabe qué es real y qué no. Tampoco sé si quiere saberlo,

de hecho.)

JAZMÍN: ¿Te doy asco?

NOEMÍ: (Apartando delicadamente el pelo de su cara.) Claro que no.

JAZMÍN: Y si te digo que soy puta, ¿te doy asco?

NOEMÍ: Antes no eras tan directa.

JAZMÍN: Puede.

NOEMÍ: ¿Por qué?

JAZMÍN: No sé.

NOEMÍ: ¿Por qué, Jazmín?

JAZMÍN: ¿Te doy asco sabiendo que soy puta?

NOEMÍ: Jazmín…

JAZMÍN: ¿Te dan asco las putas?

NOEMÍ: Asco es una palabra muy fuerte.

JAZMÍN: ¿Abrazarías a una puta?

NOEMÍ: Te abrazaría a ti.

JAZMÍN: ¿Te das asco?

NOEMÍ: ¿Yo?

JAZMÍN: Sí, ¿te das as/

NOEMÍ: ¿Por qué me iba a dar asco?

JAZMÍN: Como tú también te prostituyes, p/

NOEMÍ: Yo no soy prostituta.

JAZMÍN: Ves, ¿por qué te pones así?

NOEMÍ: ¿Así como?

JAZMÍN: Te prendes, te enciendes, te molesta si te llamo pu/

NOEMÍ: Me molesta porque no lo soy.

JAZMÍN: Es asco/

NOEMÍ: Tía, no digas cosas que yo no he dicho.

JAZMÍN: ¿Lo del señor del taxi qué fue?

NOEMÍ: ¿Qué tasi?

(NOEMÍ al ver la mirada de JAZMÍN, entiende.)

NOEMÍ: ¿La paja?

(A JAZMÍN le encanta que la entiendan, sobre todo cuando no habla. Pero, a lo mejor

no es el momento ni el lugar para albergar estos pensamientos y esta acotación, ¿no? ¿O

sí?)

JAZMÍN: Sí.

NOEMÍ: Pues una paja/

JAZMÍN: Una paja nunca es solo una paja y menos por un viaje gratis/

NOEMÍ: Me estás enfadando.

JAZMÍN: Ese es el problema.

NOEMÍ: Le cojo la polla y es mío. Yo tengo el poder.

JAZMÍN: ¿Poder?

NOEMÍ: Si me va a violar, prefiero hacerlo a mi manera. Prefiero adelantarme, hacerle

una paja y quedarme a gusto. Que su sed de venganza, de posesión, de avaricia, de amor,

de hacer daño, se sacie. Pero, no en mi boca, ni en mi coño, sino en el salpicadero del

puto coche. (Pausa.) ¿Por qué pones tú ahora cara de asco?

JAZMÍN: No pongo cara de asco.

NOEMÍ: ¿Te dan asco las putas siendo prostituta?

JAZMÍN: Yo no/

NOEMÍ: ¿Abrazarías a una prostituta?

JAZMÍN: (Con el retintín que puede ofrecer.) Te abrazaría a ti.

NOEMÍ: ¿Te das asco?

JAZMÍN: Yo, no/

NOEMÍ: ¿Te das asco?

JAZMÍN: Yo... Yo… Tú/

NOEMÍ: ¿Te das asco?

JAZMÍN: Me das tú más asco.

NOEMÍ: ¿Perdón?

JAZMÍN: Lo mío es supervivencia.

NOEMÍ: ¿Lo mío no?

JAZMÍN: No te entiendo.

NOEMÍ: Yo tampoco.

(Se miran fijamente. Chisporroteo. Una polilla chamuscada cae al suelo. La miran.

Miran al techo. No ven nada. No hay luz. La oscuridad repentinamente las ha invadido.)

JAZMÍN: ¿Ves algo?

NOEMÍ: No. Se ha fundido la luz.

JAZMÍN: Voy a podar a Mip.

NOEMÍ: No te ha hecho nada.

JAZMÍN: Necesito ver.

NOEMÍ: Al menos no la llames Mip.

JAZMÍN: Voy a acabar con Mip.

NOEMÍ: Abro la puerta para que entre luz, la podas y me voy.

JAZMÍN: ¿Cómo?

NOEMÍ: Me voy.

JAZMÍN: (Vuelve a marearse. La soledad puede llegar a comprimir paredes, hacerlas

flexibles, hacer que te rodeen como una boa constrictor y te asfixien con el más cálido

de los abrazos.) Vale.

(NOEMÍ abre la puerta. Un ligero haz de luz entra por la puerta. El halógeno llega hasta

su corazón, ¿la salvó? NOEMÍ ve a JAZMÍN tirada en el suelo, reptando, intentando ir

hacia la enredadera. NOEMÍ quiere desenroscar la boa que JAZMÍN tiene anudada al

cuello. La luz ayuda a que NOEMÍ vea que no es una boa de plumas rosas, liviana, ligera,

elegante; aunque JAZMÍN quiera llevarla como si de una tontería se tratase.)

(NOEMÍ se acerca, dejando abierta la puerta. La ayuda a levantarse porque la cojera

delimita la libertad de acción. JAZMÍN arremete contra Mip con una violencia que no

resulta agradable para NOEMÍ. No entiende por qué tiene que morir. JAZMÍN tampoco,

no os penséis. Ella solo quiere ver. Aunque no sabe, en ese preciso momento, lo que

implica ver. NOEMÍ la ayuda. Un poco. El halógeno ya ha llegado a su corazón, ¿nos

salvó? La luz hace que perfectamente vean la inmensidad de polillas que las rodean.)


Puta.

(Un mundo utópico, o no, donde puedes decir lo que realmente sientes. O no, qué más

da.)

JAZMÍN: ¿Qué haces con una polilla?

NOEMÍ: ¿Qué haces con ochocientas polillas?

JAZMÍN: ¿Qué haces con ocho mil polillas?

NOEMÍ: ¿Las matas?

JAZMÍN: Las aplastas hasta ver que sangran tanto como tú.

NOEMÍ: ¿Para qué más sufrimiento?

JAZMÍN: ¿Cuándo han empezado a entrar?

NOEMÍ: A lo mejor siempre han estado ahí.

JAZMÍN: ¿Ver o no ver?

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: Acaban con el horror del gotelé.

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: Y con la luz.

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: ¿Y si no paran de entrar?

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: ¿Y si llega un momento en que no las veo?

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: ¿Y si salgo a la calle y me acompañan?

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: ¿Y si no se despegan nunca de mí?

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: Estoy harta de no saber qué es real.

NOEMÍ: Qué más da.

JAZMÍN: Me aplasta y me aplasta y me aplasta y me aplasta. Quiero ser hielo o fango.

NOEMÍ: ¿Invisible?

JAZMÍN: Insensible. Inmanipulable, que no existe, pero “Qué más da”, ¿no?

NOEMÍ: (Asiente.)

JAZMÍN: Yo me bajo de este tren en el próximo silbato que anuncie próxima estación.

NOEMÍ: Eres libre, supongo. Ni puta idea de qué es eso. Olvida lo que he dicho.

JAZMÍN: Si la gente me va a aplastar más, yo me bajo. Si la gente me va a mirar más con

cara de gilipollas, yo me bajo. Si la gente me va a hacer sentir culpable, yo me bajo.

Culpable de sentirme culpable, de que me hagas sentir culpable, de que me haga sentir

culpable, de que me apuntes con el dedo y me lances una flecha ácida que vomite amargor

en mi centro y que aúlle en el timbre más agudo posible: culpable.

NOEMÍ: No sé a quién cojones estás leyendo ahora, pero deja de hacerlo.

JAZMÍN: Vete a la puta mierda. ¿Yo? Culpable. Yo. Puta. Yo. Puta culpable. Puta culpa.

Pupa. Puta. Pupa. Puta. Vete a la mierda. A la puta mierda.

NOEMÍ: Creo que mejor vamos a darte una ducha, pero no de sangre y cardos, de agua

esta vez.

JAZMÍN: ¿Y si llega un momento en el que confundo a las polillas con mariposas?

NOEMÍ: Dejarás de hacerlo, supongo.

(Es momento de volver al baño. De volver, a secas. Después de todo esto, sienta bien un

ritual de purificación. Yo creo, no sé vosotras…)

Fin



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