Imagen propuesta por el colectivo generada con IA
He atravesado los límites del Olimpo
poseída por una musa algo más intensa que yo.
Me ha enseñado los deseos más indómitos de Zeus,
las guerras psicológicas de los dioses,
el futuro no tan nítido
desde los ojos de una anciana
a punto de morir.
— Échame otra copa.
Junto a ella,
liberé a los Titanes para acoger
el caos del mundo entre mis manos.
Me cobijé en el pelo de Medusa,
mientras los que se creían hombres
acababan lapidados
por su definición de propiedad.
Qué ilusos.
— Échame otra copa.
Participé en la guerra de Troya
y pude ver llorar a Helena,
escondida en un rincón oscuro.
Sola.
La historia no dice más que mentiras.
Pero, en fin,
todos sabemos que la historia
la escriben los que ganan.
Y ella no lo hizo. No lo hizo.
— Échame otra copa.
Fui capaz de surcar
los ríos de lava del Hades,
conviviendo con los muertos alados
con más vida que yo.
Más tiempo del que me hubiera gustado.
Más tiempo del que consigo recordar.
Y en la desesperación de ver el vaso vacío
me despido de ella
y empiezo a ver el mundo
desde los ojos de la embriaguez.
— ¿Dónde fue a parar mi voz?
Me necesito fuerte.
Me necesito viva.
Para dejar de perderme en épocas,
como Hera en sus ratos ebrios
y olvidar mis delirios insurgentes.
Hábiles.
Huir de este puto mundo que me estremece
y me impulsa hacia la muerte.
Ahora ya no quedan guerras en las que luchar,
ni patrones a los que vencer,
lléname el vaso, mi musa,
quizás así seamos capaces
de cambiar.
Esta vez.
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