ABRECAMINOS
En el centro de la noche
sobre sus escobas van.
Sus destinos tan aciagos,
los propios conseguirán.
Madre, doncella o la bruja,
no hay más que seleccionar.
Los varones fueron sabios,
ellas brujas que quemar.
Las leyes las estrangulan,
la educación por detrás.
Cómo comportarse deben:
señoritas, nada más.
Son satélites que orbitan
en torno al macho solar.
Sin su trayectoria propia:
las quieren domesticar.
Una cara del espejo,
cuidadoras del hogar.
Silenciadas, calladitas,
esclavizadas están.
La otra cara las castiga
como bestias sin galán.
Seductoras, venenosas:
manzanas a quien culpar.
Sólo carne, bella, hermosa,
espejo superficial.
Muñequitas sin cerebro,
floreros para hechizar.
Cuando no puedan parir,
cáscaras huecas serán.
Y al llegar bellas verrugas
siempre las desecharán.
Lilith será castigada
por amar su libertad
y Eva fuese condenada
por morder lo que le dan.
Penélope fuese un ángel
encadenada al donjuán
y Pandora regalada
a un amo con quien errar.
En el ático la loca
escribe en su soledad.
Una gran genia invisible
a la que menospreciar.
Las cicatrices les sangran.
Ni una menos. Ni una más.
Martirizados sus cuerpos
en tal manada carnal.
Están ya hasta la peineta.
Todos astros temblarán.
En el caldero conjuran
su trabajo y libertad.
Con sus escobas destrozan
esos techos de cristal
que enjaulan todos sus sueños
en cárceles de metal.
Vuelan hasta las estrellas
y aún más ascenderán.
Brujas que abren los caminos
galaxias conquistarán.
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