Ellas no singan, de Amelia Apolinario. III Certamen Literario Feminista La Corrala.

 Firmo mis libros como Anaïs: quiero ser una desconocida, alguien que

pueda ir al café de la esquina con el mismo vestido que ha usado esa

semana, las mismas sandalias, la misma cartera… y ver a la muchacha en la

mesa de al lado devorar mi libro; mojarse el dedo y pasar las páginas que

hablan de la masturbación. Ella, sin saberlo, se está follando. ¡Que se dice

singar! ¡Que eres cubana, coño!, me gritaría mi amigo Charles (otro escritor

que publica con seudónimo) pero esa palabra se me hace tan fea… yo

prefiero follar. Mis personajes viven todos en el extranjero, en casonas con

Mercedes Benz aparcados en el garaje, así que ninguno singa. Los

personajes de Charles sí lo hacen: son negros de Centro Habana sin más

aspiración que buscarse en las guaguas la billetera nuestra de cada día.

¡Ellos sí singan! Singan con sus mulatas jineteras (ellas follan solo en el

trabajo) ¡Ay, papi, qué rico! ¡Ay, papi sí, déjame un moretón en el ojo por no

darte todo el dinero que le quité al yuma! Repulsivo. Mis mujeres se follan

ellas solas. ¿Quién dijo que hace falta un hombre para sacarse una sonrisa

líquida? Son tipas duras como yo, como la muchacha que lee, follándose allí

mismo. La veo apretarse los muslos por debajo de la mesa y la imito.

De repente siento curiosidad y le hablo:

—¿Llegaste a la parte donde…? Disculpa, no quiero contarte…—me

inclino hacia atrás, apenada.

—No te preocupes, esta es la cuarta vez que lo leo. Casi me lo sé de

memoria—la muchacha sonríe y se ruboriza. No ha dejado de exprimirse la

ingle ni siquiera para hablarme y yo tampoco he dejado de hacerlo.

Hay dos mujeres follándose en medio del establecimiento pero la

gente que nos rodea por solo leer libros donde se singa, no lo sabe.


                                              Imagen propuesta por el colectivo. Diseñada con IA


Comentarios