Mi nombre es Lucía. Tengo 4 años y vivo en un pequeño pueblo en el que nos
conocemos todos. Todos tenemos un nombre incluso los gatitos que viven en la calle y
a los que cuidamos entre todos en el pueblo. Sé cómo se llama mi vecino, mi vecina, el
gato negro con la punta del rabo gris y el cartero que trae el correo. Es lo bueno que
tiene vivir en un pueblo pequeñito. Mi casa es de ladrillos naranjas, con un tejado de
color azul y mi amiga Tea vive en una casa que está enfrente y además es justo al
contrario que la mía. La suya es de color azul con el tejado naranja. Siempre he
pensado que deberíamos cambiarnos los tejados, o los ladrillos, pero debe ser
bastante difícil de hacer, porque cuando se lo dije a mi madre me miró con esa cara
rara, con la que me mira cuando le digo que algún día iré de paseo a la Luna o que
vendrá a buscarme mi amigo Jorge con el avión para ir al colegio, porque su padre es
piloto. Tea nació en verano, hacía mucho calor según dice su mamá. Yo nací un poco
antes, justo en febrero, pero en el mismo año, por lo que tenemos la misma edad,
pero yo siempre le digo a mi amiga que soy mucho mayor que ella porque desde que
yo soplo las velas en febrero hasta que las sopla ella en agosto, hay que tachar un
montón de días en el calendario. Son tantos que no se contarlos bien, así que soy
mucho mayor. Tea es mi mejor amiga. Siempre lo hacemos todo juntas. Cuando
éramos bebés nuestros padres empezaron a ponernos juntas a explorar en el suelo, en
el parque-cuna, en la manta de actividades y desde entonces somos “muy mejores
amigas”. Cuando cumplimos tres años empezamos el cole. Hasta entonces solo
jugábamos Tea y yo, menos cuando nos llevaban al parque donde había otros niños,
pero el resto del tiempo, siempre juntas. Me encanta pasar tiempo con Tea. Ella no
habla, pero mi mamá dice que yo hablo por las dos, así que no hay problema. También
dice que hablo por los codos, pero eso realmente no sé qué significa, porque por más
que me pongo uno en la oreja no sale ningún sonido, debe ser una cosa de estas que
solo oyen las madres, como cuando estás en silencio haciendo algo que no debes en
otra habitación. Es un super-poder de madre, no sé cómo lo hacen pero… ¡Te
escuchan! Y saben que estás haciendo algo sin permiso. Un día, estaba en la habitación
con mis rotuladores coloreando un dibujo, y ya estaba un poco cansada de pintar a la
princesa. Entonces miré a mi alrededor y vi tumbados a mis gatos, que no os lo he
contado todavía, pero tengo dos: Rasca y Pica. Estaban tumbados y dormidos en el
sillón que tengo en la habitación de juegos. Son hermanos y como Tea y yo, son
inseparables, aunque a veces discuten, pero por lo general se quieren y se abrazan y se
dan muchos besos todo el rato. Mi madre estaba haciendo la comida en la cocina, que
está cerca, pero hay dos paredes que nos separan, la de la cocina y la de la habitación.
En ese momento pensé que mis gatos serían más bonitos si fueran del mismo color, ya
que ahora son negros con manchas blancas y decidí colorear a ambos gatos la parte
blanca para que fuesen solo negros. ¡Era una idea genial!, no sé cómo no se me había
ocurrido antes la verdad. Me puse a colorearlos, mientras sacaba la lengua por un lado
de la boca, porque cuando hago esto me queda mejor y no me salgo de las líneas y
queda más bonito y ¡oye!, mi madre de repente dijo: -¡Que estás haciendo!. Es un
super-poder, ¿cómo podía oírme si no hice ruido? ¿Cómo lo sabía?. Se enfadó un poco,
¡Y eso que no me había salido al colorearlos!, pero cuando los estábamos limpiando
me dijo: -¡Pero que ideas tienes! Y se le escapó una risilla así que creo que me perdonó
rápido. Creo que este super-poder que tiene mi madre es el que le hace escuchar
como hablan mis codos. Igual cuando yo sea una mamá también lo voy a tener, como
esa otra cosa que me dice mamá que tendré cuando sea mayor… ¿cómo se llamaba?...
¡p-a-c-i-e-n-c-i-a!, menuda palabra, como para acordarme. Bueno, como os decía, mi
amiga Tea no habla mucho, pero tiene otro super-poder como el de mi madre, ahora
que lo pienso es hasta mejor. Tea es capaz de ver de que color nos encontramos. Yo al
principio no entendía muy bien lo de los colores, pero en clase, la profesora nos contó
un cuento donde había un monstruo que tenía un lío tremendo con los colores.
Estaban todos liados y una niña le ayudó a meterlos en botes y a saber que cada color
es una forma de estar, es decir: triste, amoroso, enfadado, tranquilo… y cada uno de
nosotros nos podemos encontrar amarillos, azules, verdes, según como nos va el día.
Hay días que te levantas verde y terminas rojo y al revés, depende de muchas cosas. Lo
importante es que sepas de qué color estás ese día y puedas contarles a tus amigos
porque te encuentras de ese color. A veces solo con contarles a los demás de qué color
sientes que estás puedes cambiar a otro, es como un truco de magia. Cuando la profe
Mayte nos contó en que consistían los colores y como nos encontramos con ellos me
di cuenta de que mi amiga Tea sabe cuándo estoy azul, porque viene y me abraza, sin
que yo diga una palabra. También sabe cuándo estoy verde, porque se sienta a mi lado
en silencio y nos quedamos juntas sin hablar. Cuando estoy roja es algo peor porque
no le gusta. Si me ve roja se tapa los oídos (creo que también tiene el super-poder de
escuchar cosas que yo no puedo, como mamá) y se mueve hacia delante y hacia atrás,
como si quisiera salir corriendo, pero no lo hace seguro porque es mi mejor amiga, y
sabe que no puede dejarme sola si me encuentro roja. Tea sabe mi color, aunque yo
no se lo diga. ¡Es genial!. Yo no tengo ese super-poder, aunque lo intento, pero a veces
me cuesta saber su color. Otra cosa que hace mi amiga que es increíble, es que es
capaz de ordenar todos mis juguetes en línea recta. Los pone tan bien colocados que
parece que han utilizado una regla o algo, quedan perfectos, uno detrás de otro, y
normalmente pone todos los que son del mismo color juntos. Creo que esto lo hace
porque le gusta que los que se sienten verdes estén con los verdes y no con los rojos
que sería un jaleo. Se concentra tanto en hacerlo que a veces, aunque le hablo no me
hace mucho caso. La concentración hace esas cosas, estás haciendo algo y parece que
te has metido en una burbuja donde nadie puede molestarte, por mucho ruido que
haga como yo, que hago bastante. A veces hago tanto que Tea se enfada conmigo y se
tapa los oídos otra vez, como cuando me ponga roja. He llegado a la conclusión de que
el ruido no le gusta, le pone roja a ella. Ya me había dado cuenta de esto en algunas
ocasiones, como, por ejemplo, cuando vamos a las fiestas del pueblo que lleva unos
cascos que le pone su mamá para que no le molesten los ruidos y la música, que está
muy alta, tan alta que casi no te oyes a ti mismo, la verdad que estoy por pedirle unos
cascos de esos a mi madre yo también. Tampoco le gusta cuando hay mucha gente en
un sitio, supongo que es porque como puede ver todos sus colores, se le mezclan
todos en un jaleo inmenso y se le forma un lio como al del monstruo del cuento. Debe
pensar algo así como: ¡personas, los colores de uno en uno por favor! ¡Que lio de
gente, con tanto color a la vez! Tampoco le gusta mirarte cuando hablas con ella. ¡eso
si se porque lo hace!, aunque no me lo ha contado, sé que mira para otro sitio para
concentrarse en lo que le estas contando, para meterse en su burbuja de
concentración como cuando pone los juguetes en fila. Generalmente no te mira, mira
al suelo o hacia arriba si le aburres mucho. A mí que soy su mejor amiga sí que me mira
a los ojos de vez en cuando y cuando lo hace, pasa una cosa muy rara… es como si me
pasara su super-poder y entonces puedo ver de qué color está por dentro, es como si
viese el color de su corazón. Ella casi siempre es rosa o amarilla. Siempre está
contenta, menos cuando le doy un abrazo de esos que te dejan apretado, que ya me
ha dicho mi madre y mi abuela que es que tengo demasiada fuerza y claro, hago daño,
por eso tengo que practicar a abrazar más flojito. Estoy haciendo pruebas con mis
gatos, que también se ponen rojos cuando los abrazo, la verdad, así que creo que aun
debo practicar más porque lo de abrazar flojito no me sale bien. Lo de los gatos y los
colores es curioso porque por lo general siempre son rojos o verdes, parecen un
semáforo, es raro que se pongan rosas. Solo lo hacen cuando están calentitos y
despacito les rasco la cabeza y hacen un ruido como si fueran una moto estropeada.
Mi madre dice que se llama… ron-ro-near, ¡otra palabra difícil!. Creo que Tea les
entiende, porque cuando hacen ese ruido los mira y pone su oreja en su panza para
escucharlo mejor. A lo mejor también tiene el super-poder de saber que significa ese
ruido, porque cuando los escucha lo repite y es una de las pocas veces que habla. Debo
aprender a hablar ron-ro-neo. A lo mejor me puedo apuntar a alguna extraescolar que
lo den, porque en el cole hay casi de todo, seguro que me ayudan con esto, y así podré
hablar con mis gatos y con Tea a la vez, que ella ya lo habla ya.
Desde que estamos en el cole, me he dado cuenta de que la profe Mayte utiliza con mi
amiga Tea unas tarjetas con dibujos superchulos para poder hablar con ella. Es como
un código supersecreto que tiene dibujos para pedir las cosas. Yo pienso que es una
idea genial, porque a Tea le gustan los dibujos, tanto, que los lleva a su casa también
para pedirle las cosas a su mamá. Yo le voy a hacer uno con mi cara, para que cuando
quiera venir a jugar conmigo le de la tarjeta a su mamá. Algún día seguro que ya no le
hacen falta las tarjetas mágicas, pero de momento nos sirven para contarnos las cosas.
Mi abuela dice que cada niño tiene su tiempo. Eso me dijo la vez que le conté que mi
amiga Claudia ya sabía atarse los cordones de los zapatos ¡Sola!, o cuando le dije que
Sofía ya sabe silbar. Yo por más que lo intento no consigo hacer ninguna de esas dos
cosas, pero mi abuela dijo muy seria: -Cada niño tiene su tiempo- y si lo dice mi abuela
es verdad, porque ella es muy sabia. Ella ha conocido muchos niños, es bastante
mayor. Tanto, que los primeros dibujos que vio en la tele eran en blanco y negro, ¡Sin
colorear!, no sé si porque no se habían inventado los colores o porque nadie pensó
que los dibujos son más divertidos coloreados. El caso es que mi abuela sabe de lo que
habla.
En clase, tenemos nuestro grupo de trabajo. Somos cinco amigos que nos sentamos en
unas mesas que están juntas y hacemos tareas en equipo. Somos el equipo amarillo. A
mi profe Mayte, le gusta decir que estamos aprendiendo a compartir. Estamos en ello,
porque nos cuesta bastante. Todos queremos el mismo color al mismo tiempo, y eso
no es posible. Lo hemos intentado, pero si lo agarra uno, el otro no puede pintar, y al
final discutimos y gritamos y ya os he dicho antes que a mi amiga Tea no le gusta el
ruido así que se enfada con nosotros y empieza a gritar ella también y se arma el GRAN
FOLLÓN. De hecho, esta semana se ha armado en varias ocasiones. Hemos estado en el
rincón de la calma más tiempo que sentados en la mesa, pero ni por esas hemos
conseguido no discutir. Mientras estaba en ese rincón he tenido tiempo de pensar. He
pensado que a lo mejor si utilizamos cada uno un rato el color, por turnos, puede ser
una gran idea, y dejaremos de discutir y así Tea podrá sentarse con nosotros, que
ahora no quiere. Mi profe Mayte ha dicho que era una gran idea y que íbamos a
probar. De momento va todo bien por el equipo, no hemos gritado, ni hemos agarrado
todos el mismo lápiz a la vez, así que creo que los reyes magos este año van a estar
muy contentos conmigo. Ya queda poco para que vengan. Este año les he pedido que
mi amiga Tea aprenda a decir palabras y si puede ser que la primera que diga sea mi
nombre, aunque bueno si dice otro tampoco importa, lo que de verdad importa es que
“llegue su tiempo” como dice mi abuela.
¡Por fin ha llegado el día de reyes!. Vamos a comer roscón y a abrir muchos paquetes,
pero lo más importante, voy a ir ahora mismo a casa de mi amiga Tea a ver si los reyes
le han traído palabras. Me visto muy rápido y salgo corriendo por la puerta. ¡Donde
vas! --- Dice mi madre-.
- ¡Voy a ver a Tea!.
Tea está sentada en el suelo del salón con un montón de regalos que todavía no ha
abierto ¡Que emoción! Yo le ayudo, que me gusta mucho romper papel.
- ¡Hola Tea!.
Tea se gira y tiene entre las manos un papel. Me mira con esa mirada que me
transmite los poderes y puedo ver que por dentro está rosa. Entonces miro el papel y
veo que está escrito mi nombre. ¡toma ya!, no ha dicho mi nombre pero ha puesto
todas mis letras, bien ordenadas: L-U-C-I-A y me ha dibujado, igualita que soy yo con
mis dos coletas y todo. Es la primera vez que Tea me regala un dibujo. ¡Que emoción!.
Me lo da y entonces me dan ganas de darle un abrazo muy fuerte… pero pienso, S-U-A-
V-E, como la última vez que has practicado con los gatos, despacito. Entonces le doy un
abrazo a mi amiga despacito, muy lento.. y ¿Sabéis que?, que está vez se ha puesto
rosa, bueno, las dos nos hemos puesto rosas, tanto que hasta nuestros padres se han
puesto rosas también.
- ¿Por qué lloras mamá?, no lo entiendo si estás rosa.
- Lloro de amor cariño, no te preocupes que no estoy triste.
Yo no sabía que se podía llorar de amor, pero parece que sí es posible porque estaban
todos así: mis padres, los papás de Tea, los abuelos… y entonces Tea sonrió y dijo: AMIGA.
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