CUANDO LAS CABEZAS DE LAS MUJERES SE JUNTAN ALREDEDOR DE UNA CORRALA.

 

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de una corrala.

 

Elorrio-Vizcaya. Año 1903.
Partida de cartas, en la calle Buskanch.
Autora- Eulalia Abaitua Allende-Salazar - Primera fotógrafa vasca.

Alguien me dijo que no es casual… que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida o en la plaza de nuestro pueblo, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tenemos muy presentes las cualidades que las trajeron a nuestra vecindad.


Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando, luchando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantoras, cuentistas, fotógrafas de momentos inolvidables, reivindicadoras incansables.


Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego” o en una corrala, nacen newen, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.


Ese fuego o esa corrala puede ser la mesa de un bar, una parroquia tomada, nuestros hogares, locales afines, plazas, teatros, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita, un cuento, una marcha nocturna, encuentros internacionales, ver juntas una peli o leer el mismo libro para luego comentarlo o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.


Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un examen, o para cerrar una noche de cine. Las de “venite el sábado” porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para debatir, compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.


El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada… y sin embargo… detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.


Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.

Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.

Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestras hijas e hijos al enseñarles a caminar.


Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches violetas, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y de luna llena y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.


Entonces… los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.

Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir.

Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes y por suerte también somos simplemente más.

Y en aquel tiempo también lo éramos, solo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, nos emocionamos.


Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de una corrala que decidimos avivar con nuestra presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida.

 

 

Adaptación del texto Cuando las Cabezas de las Mujeres se juntan alrededor “del fuego”  de Simone Seija Paseyro.



COLECTIVO: La Corrala. Patio feminista.
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de una corrala.

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