NI UN PELDAÑO MÁS ABAJO

 

NI UN PELDAÑO MÁS ABAJO


La obediencia es la Ley más antigua a la que las mujeres hemos estado sometidas durante siglos. Algunas tradiciones y por consiguiente la falta de derechos civiles de las mujeres marcan la gran diferencia entre Oriente y Occidente. Nosotras somos el núcleo más importante de la democracia y ésta no será posible sin la libertad de las mujeres en el Planeta.

En muchas ocasiones cuando nos preguntan cómo nos encontramos, y respondemos con sinceridad, contestamos que nos encontramos cansadas, muy cansadas, agotadas. Es un cansancio que acumula muchos cansancios.

El físico, derivado de la doble jornada laboral que existe todavía por más que los televisores se empeñen en mostrar a buenos chicos poniendo lavadoras mientras nosotras teletrabajamos; el profesional, porque una mujer tiene que esforzarse más para que valoren su trabajo igual que el de los hombres; el mental, porque nosotras no podemos bajar la guardia, dejar de justificar cada una de nuestras decisiones, andar por la calle tranquilamente; y también el cansancio intelectual, ya que una mujer no puede destacar en ningún aspecto sin que su presencia se interprete como una amenaza al orden establecido.

Sí, estamos cansadas, porque cuando parece que ya estamos llegando, que ya estamos ahí, tocando el cielo de la igualdad con las manos, algo se mueve en la base, alguien mueve la escalera, y nos desequilibra para hacernos perder pie. Y aunque no volvemos al suelo, cuando nos recomponemos vemos que estamos en un peldaño que ya habíamos subido hace tiempo y que jamás creímos que tuviéramos que superar otra vez.

En 1948 subimos un peldaño importante cuando en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuya elaboración tiene un papel fundamental una mujer, Eleanor Roosevelt, se incluye un tratado en contra de  la discriminación de las mujeres.

Pero de todas las desigualdades e injusticias sufridas, la más desgarradora de todas es la violencia que desde hace siglos se ejerce hacia las mujeres.


Los diferentes conflictos armados que jalonaron el siglo XX europeo crearon un entorno con dinámicas específicas y excepcionales de violencia sexual, de licencia para violar de forma repetida y como espectáculo público. Se trata de una violencia específica hacia las mujeres.

Otro avance importante fue el reconocimiento internacional como crímenes de guerra, las violaciones masivas de mujeres en Bosnia-Herzegovina, y que orientaron una nueva historiografía de estudios sobre la violencia sexual en otras guerras, revoluciones y contrarrevoluciones, posguerras y ocupaciones militares desde el genocidio de los armenios a la Francia de Vichy, el Holocausto, la Italia de Mussolini o la España de Franco.

En 1941 en el campo de concentración de Mauthausen y su subcampo de Gusen en la anexionada Austria se instalaron “barracones burdeles”. Las mujeres fueron obligadas a servir por la fuerza como trabajadoras del sexo como un incentivo y privilegio para otros prisioneros. Eran forzadas con la falsa promesa de que serían liberadas. Dado que antes de ir a esos burdeles solían pertenecer a escuadrones de trabajos muy duros, la decisión era entre el trabajo sexual forzado y la muerte.

Entre el 10 y el 20 por ciento de las mujeres fueron violadas con desenfreno en las capitales de Budapest, Viena y Berlín durante 1945, una historia silenciada hasta 1989.

En Ruanda en 1994, a las mujeres embarazadas se les abría el útero para extraer el feto. Los ejecutores de esas atrocidades buscaban la humillación, la intimidación, “satisfacción” a través del dominio total y demostración de “masculinidad” sobre todo en las violaciones en grupo. Después la mayoría de esas mujeres fueron asesinadas o se suicidaron.

En España, como en otras guerras y dictaduras, desde el verano de 1936 hasta finales de los años 40 en las zonas donde triunfó la sublevación militar, se sucedieron numerosas manifestaciones de violencia específica sobre las mujeres que más allá de episodios salvajes de violencia y asesinatos, buscaban por parte de sus perpetradores la humillación, degradación y deshonra. La purga con aceite de ricino y sobre todo el rapado de pelo, fueron las más frecuentes.

Más de 270.000 mujeres fueron esterilizadas a la fuerza en Perú entre 1995 y 2000 dentro del Programa de Salud Reproductiva y Planificación. Fueron, en teoría para combatir la pobreza. La mayoría eran campesinas indígenas de escasos recursos y procedentes de zonas rurales. Por fin 20 años después los responsables están acusados de su atrocidad. Otro peldaño subido.

La violencia y la agresión es algo que nos persigue a través de la historia. La que sufrimos ahora puede ser igual de desgarradora que la que hemos sufrido en los diferentes conflictos pasados y que aún continúan en muchos países y que se siguen silenciando. La violencia que sufrimos cada día y que se ha llegado a normalizar en nuestra sociedad, puede llegar a ser una verdadera tortura para las víctimas. Victimas que llegan a ser cuestionadas y hasta llegan a sufrir un juicio paralelo al de su agresor, juzgando su modo de vida, sus costumbres y hasta su forma de vestir.


El acoso es otra forma de violencia, silenciosa, a veces sutil y que en muchas ocasiones pasa inadvertida. ¿Cuántas mujeres por la calle no la han sufrido? ¿Cuántas en un bar de copas? ¿a cuántas mujeres en su trabajo se les ha acercado un compañero o un superior de una manera “indebida”? de forma esporádica o recurrente, ¿Cuántas lo han contado? ¿Cuántas lo han callado? ¿Cuántas se han sentido incluso culpables?

Hemos callado durante mucho tiempo porque se nos hacía creer que esos comportamientos de “ellos” eran normales, incluso halagadores. Pero en nuestro interior sabemos que no es normal, y la culpa nos corroe ¿Qué he hecho para que esto me ocurra a mí? Y te sientes pequeña frente a todo esto, pisoteada, rota. Pero debemos pensar que somos mucho más grandes que toda esa gente que nos hizo daño ¡¡Fuera culpa!!

En España tenemos una Ley contrala Violencia de Género, pero aún quedan muchos retos y asignaturas pendientes. Desde hace pocos años se está legislando sobre la violencia en el ámbito “domestico”, y ya tenemos algunas sentencias favorables a la víctima y teniendo muy en cuenta que los abusos y violencia ejercidas dentro del dormitorio no son menos violencia. Ahora tenemos una oportunidad con la Ley de libertad sexual, que lleva el “solo sí es sí” al Código Penal, de manera que sin “voluntad expresa” de la víctima no hay consentimiento. Una oportunidad de oro para subir un peldaño más y no queremos que nadie mueva la escalera, por mucho que algunos se empeñen y nos hagan caer al suelo, para más tarde tener que volver a subir. 

Porque no vamos a parar.

 

(Bibliografía utilizada de Almudena Grandes, Julián Casanovas y Amelia Valcárcel)


Autora: Cruz Tamargo Sánchez

COLECTIVO: La Corrala. Patio feminista.
Ni un peldaño más abajo.

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