Educación, feminismo y nuevas masculinidades

En este artículo queremos dar difusión a algunos textos que anteriormente estudiaron y reflexionaron sobre la educación con una mirada feminista, es decir, valorando y respetando a todas las personas y tomando conciencia de las desigualdades existentes y de la discriminación hacia diferentes grupos por distanciarse de la norma


“Coeducar significa educar a las niñas y a los niños en igualdad. No debemos confundirlo con la educación mixta, porque ese tipo de educación sencillamente educa a niñas y niños, pero no necesariamente como iguales. Hemos visto cómo la historia, la ciencia, la literatura y todas las disciplinas académicas y culturales han sido explicadas desde un punto de vista exclusivamente androcéntrico, invisibilizando los logros realizados por las mujeres, su pensamiento y sus aportaciones a la humanidad. En la educación mixta se han perpetuado los estereotipos sexistas, el lenguaje no inclusivo, las expectativas desiguales generadas en torno a las niñas y los niños, los roles de género y los materiales educativos mediáticos o culturales que hacían diferenciaciones… ” Cuando comencé a leer a Iria Marañón pensé que el matiz que hacía entre educarse mezclad@s pero de forma diferenciada atendiendo a roles de género, y educarse junt@s atendiendo a la peculiaridad de cada cual y al objetivo de saber convivir de forma positiva para tod@s era un punto de partida muy interesante para analizar las prácticas educativas que perpetúan valores machistas y violentos en su currículo oculto.

En pleno siglo XXI reivindicar la coeducación sigue siendo una necesidad y no un logro ya alcanzado en el pasado por el avance social. Si bien es cierto que tenemos una educación mixta mayoritaria, ésta se desarrolla lejos de promover la equidad, y, además, convive con colegios privados segregados que pugnan por hacerse subvencionar con fondos públicos o beneficiarse de alguna manera (por ejemplo, optando a suelo público) amparándose en la "libertad de elección". En la Comunidad de Madrid los partidos políticos PP y VOX plantean el anteproyecto de la llamada Ley Maestra de Libertad de Elección Educativa para no acogerse a la Ley Orgánica de Modificación de la LOE. Muchos de los colegios concertados existentes en Madrid son católicos y todos los segregados por sexo lo son, ¿por qué tenemos que sufragar la educación en una religión que no compartimos? ¿Por qué no se invierten los fondos públicos en una buena red de centros educativos públicos para todo el alumnado y se deja la(s) confesionalidad(es) para vivirla(s) en la intimidad de la familia o de la comunidad religiosa? ¿Por qué no educar en convivencia dentro de la diversidad humana, en vez de crear guetos?

Hoy aquí no podemos abordar todos los posibles debates que pueden surgir en torno a la interpretación del derecho a la educación, pero sí nos vamos a centrar en promover una educación feminista; puesto que nos importa (mucho) qué es lo que se hace en los colegios para fomentar avances en igualdad, respeto, no discriminación y convivencia positiva, queremos reflexionar también  sobre qué hay que cambiar dentro de los centros.

Nuestra sociedad tiene una herencia patriarcal que, como si fuera sus cimientos, la sostiene y dio fuerza a lo que vino después, ¿cómo no va a haber sectores que vean peligrar sus tradiciones y sus privilegios cuando planteamos construir una nueva sociedad con nuevas formas de relacionarnos? ¿Y quienes sí queremos que nuestras hijas e hijos se desarrollen plenamente, respetando a cada una y a cada uno como persona sin la presión de qué se espera de ella o de él por ser chica o chico? ¿Qué se puede hacer en los colegios?

Según Mª del Carmen Rodríguez Menéndez, las expectativas del profesorado hacia el alumnado están cargadas de estereotipos de género y pueden influir en el comportamiento y en la calidad de las relaciones. Las expectativas (con contenido sexista aunque no seamos conscientes), son manifestadas en prácticas escolares habituales, promueven relaciones no equitativas entre chicas y chicos, e influyen en la construcción de la identidad de cada peque.

Los mensajes que se transmiten en la escuela en torno a lo que se espera de cada alumna/o suponen un forma implícita de socializar y educar al alumnado para reproducir unas relaciones desiguales entre las personas, cuando refuerzan la idea de que lo masculino está ligado a fuerza, racionalidad, competitividad, etc., y lo femenino a la emoción, a la debilidad… Estos mensajes sexistas perjudican la convivencia, por ejemplo, creando distintos estatus entre las personas y provoca discriminación hacia aquellos/as que no forman parte de la “masculinidad hegemónica”. 



Enrique J. Díez Gutiérrez señala que la masculinidad hegemónica está asociada a la heterosexualidad y al control del poder por lo hombres, y “se construye siempre en oposición a varias masculinidades subordinadas, forma de relación que se repite en su vinculación con las mujeres”.

Es esencial comprender el impacto de los mensajes en la socialización de los chicos atendiendo a la acción de la “masculinidad cómplice” que aspira y desea formar parte de la masculinidad ejemplar, por lo cual produce y promociona estereotipos que serán admirados por niños.

"Cuando no se tiene nada, la masculinidad se vuelve uno de los pocos atributos de los que un chico se puede jactar, construyendo identidades masculinas muchas veces violentas. Lo que parece, por tanto, es que este arquetipo tradicional de masculinidad, lejos de estar en declive, se ve hoy reforzado y sigue inspirando la conducta de los adolescentes y jóvenes, reproduciéndose en los centros educativos, que se constituyen en uno de los sitios principales de formación de masculinidad”.

Los mensajes sexistas se trasmiten a través de la asignación diferencial de actividades y roles por parte del profesorado. Juega un papel fundamental el uso del cuerpo en la construcción de la masculinidad en las escuelas (no aparentar ninguna desviación de la norma hegemónica heterosexual, jugar bien al fútbol…).

"Cuando la violencia simbólica falla, aparecen formas de dominación explícitas como el caso de la violencia de género, la forma más visible y salvaje de la dominación masculina, que al tener el mayor gasto económico para el género masculino solo ocurre cuando se agota el capital simbólico del hombre. Pero también la violencia está presente en la escuela, y no solo entre los chicos, sino que mientras se use el castigo para educar, los niños aprenderán que es un recurso eficaz para imponer el propio punto de vista, someter la voluntad del otro y corregir la conducta. Si además se les dice que es un gran honor defender heroicamente a su país, al tiempo que se les enseña a ser fuertes y valientes, a no llorar, a negar el miedo y la vulnerabilidad, a buscar emociones fuertes, a afirmar su ego frente al riesgo y a la muerte… la violencia seguirá siendo central en la resolución de conflictos, e ir a la guerra seguirá siendo la manifestación definitiva de la masculinidad". 

Transformar la escuela como espacio simbólico requiere intervenir desde diferentes puntos, no es suficiente con solo revisar los mensajes orales, o las prácticas deportivas, o las expectativas que se explicitan… Además de desaprender la cultura ligada a la masculinidad tradicional hegemónica, es necesario avanzar en una ética del cuidado compartido, de la educación emocional y contra la violencia de género. 

Se hace necesario introducir los contenidos para una educación feminista en el currículo escolar, no como una asignatura de segundo orden, sino como un contenido potente y relevante que sea funcional y significativo en el proceso educativo. Algunas acciones que se pueden hacer en el aula, encaminadas a contrarrestar influencias sexistas que proceden del resto de la sociedad (tv, internet...), son:

  • deconstruir la historia en el plano cognitivo y analizarla desde la perspectiva de las diferencias de género; 
  • superar la invisibilidad de las mujeres en los contenidos que se estudian;
  • enseñar a detectar y corregir los estereotipos y distorsiones sexistas.

Se propone una revisión del currículo, de los saberes y modelos que se ofrecen al alumnado. Tenemos que poner cuidado en el uso del lenguaje, fomentar el diálogo y la expresión de los sentimientos, así como rechazar explícitamente las actitudes de menosprecio hacia las personas por su identidad de género, su orientación sexual, su procedencia, su poder adquisitivo o cualquier otra circunstancia. 

Sobre todo, proponemos tomarnos en serio educar para avanzar hacia una sociedad mejor para todas las personas.

   Barbijaputa. La fiebre de la goma elástica. Píkara Magazine, consultado en marzo de 2019: https://www.pikaramagazine.com/2018/09/la-fiebre-de-la-goma-elastica/

          Díez Gutiérrez, E.J. 2015. Códigos de masculinidad hegemónica en educación. Revista Iberoamericana de Educación, vol. 68, nº1, pp. 79-98. Consultado en marzo de 2019: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5159873

          Marañón, I. 2018. Educar en el feminismo. Barcelona: Plataforma Editorial.

         Rodríguez Menéndez, Mª del C. 2007. Identidad masculina y contexto escolar: notas para un debate. Revista de educación, nº 342, pp. 397-418

                  Lucía Elena Rodríguez Vigorito.

  La Corrala Patio feminista

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