Solitudine (2). II Certamen Literario Feminista La Corrala

Mi cabeza, de lo primero que se acuerda, es del centro de Udine: edificios históricos, calles empedradas, muchas bicicletas, mucha gente de lugares del mundo... y yo con la mochila caminando, o en bici, hacia Mantica. He soñado muchas veces con esas imágenes, con volver allí.

Via Mantica albergaba la sala de estudios con salida al jardín interior más bonito que he visto nunca. La sala no era bonita, pero tenía wifi, máquina de café y esas cosas que hacen atractivo un lugar abierto hasta medianoche para estudiar. Me acuerdo cuando salíamos de allí y recorríamos las caches en bici... pero ya no me acuerdo de algunos nombres de la gente, sí de sus caras y de sus sonrisas.

De lo segundo que me acuerdo es de la Professoressa Michellini, la Hobbit de la Ciencia. El primer día que llegué a su clase de Didáctica de la Física hablamos del calibre. No entendí una mierda pero en casa, con el ordenador, busqué información, comprendí de lo que quería hablar aquella mujer con aspecto de ser mágico y ojos iluminados cada vez que tenía que enseñarnos algo relacionado con la física. Me hice una experta del cacharro y fui aprendiendo los nombres de cada parte, unidad de medida, etc... Ahí no terminó la cosa. Un día me puse a llorar (ya sé que eso no es nuevo, por aquella época lloraba a gusto cuando me daba la gana). Fue porque me contó que se había muerto su madre, pero, también, porque yo no entendía un carajo, porque no sabía qué coño estaba yo haciendo allí estudiando didáctica de la física en italiano y porque me sentía sola. Eso debió ablandar su corazón de Hobbit, porque cuando se metía conmigo lo hacía con cierto toque de dulzura. Me encantaban sus experimentos para enseñar jugando: imanes, presión, calor, volumen...

Tengo que hablar de los demás profesores, al menos una presentación. El gran orador, Francesco Russo, cuatro horazas seguidas de Historia della Scuola. Me sorprendía tanto su capacidad para disfrutar escuchándose a sí mismo como el disfrute de la mayoría de mis compañeras que babeaban. Desde luego, la evolución de los métodos de enseñar no se darían con él, pero para mí era un reto entretenido tratar de aprender italiano siguiendo el hilo histórico con el diccionario en la mano. Me examinó de forma oral (no podía ser de otra manera) y me preguntó por las similitudes entre el alzamiento de Mussolini con el golpe de estado franquista, relacionado a su vez con la represión en el cuerpo docente. Un regalo. Ahí volví a darle mentalmente las gracias, por su curso avanzado de italiano y por haberme dado la oportunidad de hablar.

El duende della Letteratura per i ragazzi, Livio Sossi, con su mochila cargada de cuentos. Un profesor que parecía un abuelo entrañable, con sus ojos que sonreían y disfrutaban contando y analizando textos e ilustraciones, fomentando una visión crítica frente a la producción editorial para peques. Además, hacía radio. Y lo que me sorprendía era pensar cómo sería escuchar a ese gran hombre con voz de haber fumado demasiado sin verle los ojillos ilusionados que traducían su voz ronca. Murió unos años después acompañado de tantos relatos e ilustraciones como gente que le quería.


La professoressa Batic, una niña investigadora. Un día se lo dije, “pareces una niña pequeña con una gran mochila llena de libros”. Me propuso un trabajo de investigación que podía redactar en castellano en vez de examinarme en italiano de los contenidos del curso. Lo más interesante fueron los debates, no compartía su forma de entender la investigación en educación, y a ella, quizá, le gustaba tratar de convencerme.

En una nube de conceptos y libros estaba el de Filosofía... ¿cómo se llamaba? Sus clases eran dos horas seguidas de filosofía que yo iba captando por mi pasión de la adolescencia (¿ves papá como estudiar filosofía al final me sirvió para algo?) Si no, ¿qué iba a poder comprender? Si hasta a Tales de Mileto lo llamaba Talete. Es verdad que salía de sus clases con el cerebro agotado, pero lograba seguir sus análisis sobre Descartes (Cartesio si lo nombraba él).

Angelo Gaudio, de Educación Comparada... y recuerdo a dos que, sin ser profes, fueron importantes, Luisa y la del Servizio de relaciones internacionales, que no me sale su nombre... Luisa estudiaba doctorado con mi tutor de allí, ¿cómo se llamaba él? No me acuerdo...

¡Ya me acuerdo! El de Filosofía era Brunello Lotti y cuatro horas a la semana analizaba línea a línea las Meditaciones Metafísicas de Cartesio ¡vaya tela! La verdad es que me molaba y me enteraba de casi todo... menuda friki. Alguna vez fui a preguntarle cosas a su despacho. Era un tío majo y le hacía mazo de ilusión que alguien sintiera interés. En sus clases conocí a chavalas ya mayorcitas (también las había de veinte años), me sentía súper a gusto por fín entre Luigina, la argentina que me regaló un libro (pero no recuerdo su nombre) y Erica. Las tres, conmigo cuatro, muy solas.

¡Ah! La del servicio de relaciones internacionales era Alessia Bruno.

Luego, de la gente estudiante... estaban por un lado las compañeras de física, las de historia, la gente de la residencia de Viale Ungheria (casi todas de origen chino), la gente del comedor de Tomadini...

Estaban mis compas del curso de italiano: Darima, Margarida, David, Pablo, Zafer... y la profe, que no me acuerdo ahora de su nombre. Lo que sí me acuerdo es de la película surrealista que nos puso, Nuovomondo, muy buena.

Estaban también el grupo de estudiantes Erasmus españolas, y mis compas de piso... Jesús, ay madre, ¿ya no me acuerdo tampoco? Sí, Morgane, y Quiang. Esto me recuerda a una abuelilla con sus memorias, o a Maus, cuando el padre recuerda los años de la persecución y asesinatos a judíos... Al volver vi en la biblioteca que estaba allí, mi libro de Maus, en la CNT.

Un día, en Udine, me fui a un concierto sola...en mitad de una ciudad desconocida...con mi mochila y mi botella de agua... y acabé cantando y bailando con los mexicanos canciones españolas.

La casa estaba cerca de la estación del tren, en la calle Viale Europa Unita, cerca de Via Roma, cerca de la Facultad de Magisterio de Via Magreth... en el bronx udinense, a la vuelta de la zona donde trabajaban las prostitutas, en un barrio multicultural, obrero. La pared de la entrada tenía nuestras firmas: Morgane, Quiang y muchos más que vivieron o venían de visita. De eso tengo fotos.

Yo aparcaba mi bici abajo, me movía mucho en bibi. Una gozada. Era una bici vieja que compré por 35 euros, con cesta. Me costó otros 15 arreglarla y al irme la heredó una compañera de Educazione Comparata.

Al año siguiente de volverme me escribió Jesús, mi compa de piso en Udine. Estudiaba medicina en Madrid, creo que su cumple estaba al caer. Pues me mandó un mensajito por Face acordándose de que el año antes habíamos ido a celebrar su cumple con Morgane a la playa. Tendría que mirar el mapa para acordarme del nombre del sitio al que fuimos. Era una zona un poco pantanosa, pero estuvo bien, debía de tener alguna foto...no sé dónde.

Cómo es la vida. Al volver, cada vez que llovía me acordaba de Udine, ¡qué bonito era! ¡cómo me gustaría volver! Y tomarme algo en la Cantineta. Jo, la vida de estudiante, qué maravilla eso de tener tanta flexibilidad para utilizar el tiempo. Cuando empecé a ir a Tomadini miraba el reloj para comer y cenar (el comedor de precios económicos tenía unos horarios fijos), antes de eso, sólo para ir a clase. El resto del tiempo me guiaba por mi cuerpo. Me pasaba horas de un lado a otros, que si clase, estudiar, comprar, paseo, cocinar, un rato de charleta... estaba guay.

Nos propusimos que nos reencontraríamos cada x tiempo como en un aniversario, a los 5 años, no fui, a los 10 años tampoco. A través de Facebook he ido viendo sus bodas, sus mascotas y esas cosas que se comparten así en público. Pero realmente no sé cómo les irá la vida.

Tengo que hablaros de la pizzería que regentaba un sardo, de Cerdeña, y me encantaban sus pizzas, podía coger trozos, siempre había una par vegetarianas. ¡Ah! Y de tantas otras personas amigas... otro día os hablo de Nassan, ahora ya se me ha hecho tarde.


Autora: Lucía E. Rodríguez

II Certamen Literario Feminista La Corrala

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