Poemas de Azalea Beltz. III Certamen Literario Feminista

Sí, Sr. OBISPO

Soy feminista.

Sí, señor Obispo,

el demonio está en mí.

Cada mujer

acosada, violada, explotada, humillada, despreciada, discriminada

o que no puede decidir libremente abortar

la siento en mí.

Y Satanás me incita a denunciarlo.

Me indigna que consideres mujer

sólo como premio de sumisión, devoción, entrega y abnegación.

Como mero uso de reproducción.

Señor Obispo,

una mujer dio vida a su maestro.

No era virgen,

recuerda,

no hay parto sin acto

y si gozó o no es un misterio.

Quizás hasta fue feminista en aquellos tiempos.

No me vengas diciendo que te ofendo.

Mas me ofenden violaciones

que se cometen por miles

a menores indefensos

en los muros de vuestros templos.

Bajo el silencio.

Exculpando culpas con rosarios.

Incumpliendo vuestros mandamientos.

Señor Obispo,

Dios te salva de todo.

Dios desborda las arcas de Roma.

Dios es solo un consuelo para no pensar.




ERASE UNA y MUCHAS VECES y YA BASTA

El tiempo pasa con tweets y minutos de silencio.

Pero yo quiero gritos en las calles,

no vale sólo la tristeza

sirve la respuesta, no te calles.

Aislamiento a quien no cree

que existe violencia de género hacia la mujer.

Dejar en los cajones el romanticismo Disney.

Dejarse de cuentos,

acabar con este desaliento.

Ninguna mujer es de nadie.

Somos una sociedad cobarde,

demasiado callada

dejando a mujeres solas aterrorizadas.

MUJER

No seas complaciente.

No reces por un cambio.

NO HAY oportunidades

para el maltrato.

La justicia no te defiende,

es normal que tengas miedo.

No fue tu fracaso,

la culpa es del patriarcado.

PERSONA

O te esfuerzas

por un mundo feminista

o solo tendremos más barbarie.

No suspendas la siguiente clase,

hay mujeres asesinadas

en vida y en muerte

e infancias ahogadas para siempre.


CLÍTORIS, PEZONES, COMPRESAS y TAMPONES

A veces pasa

que repites varias veces seguidas una palabra,

una cualquiera, cotidiana, básica,

y suena rara

como si no tuviera sentido

o la acabaran de inventar.

Hay palabras básicas y cotidianas

que van de la mano de nuestro cuerpo,

que para algunos son tabú,

no son raras

tienen mucho sentido

y aún cuesta verbalizar.

Léelas conmigo y démosle naturalidad:

Clítoris, clítoris, clítoris, clítoris, clítoris, clítoris.

Pezones, pezones, pezones, pezones, pezones.


Hay productos de higiene femenina básicos

que tienen impuestos altos

y son de primera necesidad.

Muchos se esconden en la mano

cuando los vamos a usar,

como si ya estuvieran usados,

como si escandalizaran a alguien si ven

que vamos al baño a "cambiarnos",

… ni que fuera de identidad.

Compresas, compresas, compresas, compresas.

Tampones, tampones, tampones, tampones.

Sangre menstrual, sangre menstrual, sangre menstrual.

Nuestra sangre menstrual se invisibiliza.

No está infectada,

no fastidia vendimias,

no corta mayonesas, ni es suciedad.

No somos histéricas.

Algún día estamos más sensibles,

podemos incluso llorar, pero

se pasa,

es solo un proceso hormonal.

Menos mal que ya existe

para casos dolorosos, baja laboral.



ANTES EN LA HOGUERA, AHORA EN CREMATORIOS

Antes las quemaban en la hoguera,

hoy estamos

y nos sentimos quemadas 

porque hay mujeres en este siglo

repudiadas, encarceladas, señaladas, insultadas, humilladas, mutiladas,

agredidas, asesinadas, violadas

aquí

y en cualquier otro rincón del mundo.

Ayer muchas lucharon por el derecho a voto,

al aborto, a la educación,

a ser respetadas.

Hoy seguimos mejor en algunas cosas,

igual que antes en otras,

peor incluso en algunas.

Capacidad de aguante nos sobra.

Vemos mercancía en la tele,

esclavitud en rotondas,

desigualdad en las nóminas,

la posesión como ponzoña.


DESPERTÓ UN SOLO DÍA COMO UNA DE TANTAS MUJERES

El despertador ladró antes de tiempo.

Despertó empalmado

pero sintió unas hormonas revolotear

dejando un peso de dolor abdominal.


Una catarata de sangre le escurría sin poderla frenar.

Encontró un tampón en la mesilla con una nota que decía:

"Soy tu aliado al menos cuatro días al mes.

No te olvides de reemplazarme por otro

cada cuatro horas, da igual donde estés"

Se duchó.

Se tomó una pastilla porque le partía el dolor de la menstruación.

No entendía porque tenía ganas de llorar.

Intuyó que sería un día extraño, para no olvidar.

Desayunó sin azúcar.

Se sintió amargo con solo un café.

El espejo le invitó a no aceptar sus arrugas.

Tiñó su pelo para disimular las canas.

Planchó sus ondulaciones hasta alisarlas.

Depiló sus cejas, su bigote, sus axilas, sus piernas, sus ingles,

dejando su piel sin pelo y raspada.

Maquilló su rostro sin valor a dar la cara,

decoró todo su exterior perfumándose de seducción,

se sintió mal al no entrar en una talla inferior.

Apretó su espalda con un sujetador

pensó en los estragos de la gravedad en sus senos

y en una tripa que dejó de ser espalda.

Temía que le colocaran un embarazo

tras un “te veo menos delgado” o

“te está creciendo algo la panza”.

Pintó sus uñas y esparció cremas en la cara,

se subió a unos zancos en desequilibrio.

Tomó la píldora y echó condones al fondo de un bolso

que pesaba como un muerto en sus hombros.

Contó calorías para comer.

Pasó por el gimnasio y mientras sudaba pensó,

cuantas veces le dijeron algo de un arroz que se pasó

o aquel día que como un nido sin polluelos alguien le miró.

Volvió de noche solo, con los ojos bien abiertos.

Sintió en su nuca el temor de unas sombras

que acechaban sus pasos.

Pensó que esa falda que exponían sus piernas

quizás le pareciera muy corta a algún juez depravado.


Cenó algo insignificante para evitar unos gramos

por temor al rechazo.

Estar aceptable como exigen los cánones sociales

es como estar en el club

de los que sienten ansiedad y pasan hambre.

Tras una jornada dentro y fuera de casa

cayó rendido en la cama.

Al lado de la almohada le esperaba una compresa con alas.

Despertó.

No tenía la regla.

Se levantó, se lavó los dientes y la cara.

Se puso un pantalón, zapatillas y una camisa con alguna arruga sin importancia.

Desayunó, comió y cenó sin contar calorías ni pensar en operaciones bikini, ni

tallas.

Ya no era una mujer a la que miran con lupa

por si tiene celulitis, curvas, estrías o dos pelos en la barba.

¡¡Que descanso ser hombre sin tanta presión!!


Para celebrarlo fue a la floristería.

Eligió una planta

para verla crecer sana, libre y sin complejos,

sin necesidad de ser florero en un jarrón.

Autora: Azalea Beltz

III Certamen Literario Feminista La Corrala 

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