Hoy me levanté con ganas de matar a mi marido. Le conté a mi madre
y me dijo que dejara de juntarme con feministas.
—Si lo vas a matar, espera a que el pobre haga algo que lo
amerite—fue su consejo, pero resulta que Simón es de esos hombres que
nunca daría motivos: es trabajador, cariñoso, buen padre…
—Mamá estoy decidida, hoy mismo voy a matarlo.
—¿Qué le dirás a los niños?
No supe qué responderle. Les podría decir que su padre se fue, que
nos dejó por otra mujer, después de todo es lo que la mayoría de los
hombres hacen.
—¿Y la policía? Mijita, no quiero verme envuelta en un lío…
—Descuida, mamá, no voy a matarlo en la casa. Lo esperaré a la
salida del trabajo con un cuchillo y quizás lo viole para que no sospechen.
No te preocupes, no va a pasarme nada.
—Bueno si vas a matarlo, hazlo rápido, que yo a Simón le tengo
mucho aprecio.
—Si no puedo divertirme, entonces, ¿para qué lo mato?
—Pero, hija, ¿y esa idea de matar a tu marido de dónde la sacaste?
¿No querrás hacerlo para vengar la muerte de todas esas mujeres…?
—No, mamá.
—¿Entonces…?
—¡Porque quiero verdadera igualdad, madre! ¡Por eso! ¿Ellos pueden
levantarse un día con la idea de matarnos y nosotras no? ¿De qué valen
todas las marchas, las leyes, el empoderamiento… si no podemos hacerles
lo mismo?
—¿Y crees que pagarles con la misma moneda es lo mejor?
—No sé, mamá, no sé. No puedo pensar en eso ahora, hoy quiero
matar a mi marido y mira ya qué hora es.
Imagen propuesta por el colectivo diseñada con IA
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