Por ellas
Gertrude Abercrombie, Girl Searching, 1945
Su velatorio fue desolador y no de la forma habitual. Todos
decían que ella, Manuela, la muerta, era una manipuladora, una
envidiosa que maltrató a su hija y arruinó a su marido con sus
caprichos. Su padre estaba borracho aquel día, con una sonrisa
de oreja a oreja y desprendiendo un hedor a vino rancio decía
que su hija al fin había descansado, que al fin estaría en
paz. Su exmarido y su hija también estaban allí, parecían muy
afectados pero yo nunca me creí sus caras de dolor. Manuela se
había divorciado de su marido hacía apenas un par de años, con
su hija no tenía relación desde hacía diez.
Manuela se suicidó, ya lo había intentado varias veces, pero
al fin encontró la forma más efectiva. Había soportado la
violencia de su marido desde que lo conoció a los dieciocho,
su hija se convirtió en una copia de su padre y heredó de él
la maldad, el arte de torturar. Cuando Manuela denunció a su
marido por maltrato nadie le creyó, “Él la trataba como una
reina decían” “¿si tanto la maltrata por qué no le dejó
antes?”, “Él es la víctima y no ella”, “Ella no era más que
una loca”. Lo triste es que esto lo decía su propia familia,
sus propios hermanos.
No sé a ciencia cierta lo que finalmente llevó a Manuela a
quitarse la vida, pero creo que la soledad fue su mayor móvil,
no tenía a nadie cerca, nadie le creía, nadie le protegía.
Supongo que pensaría que su vida no tenía ningún tipo de
sentido, que sólo había consistido en sufrimiento, dolor, en
palizas y gritos. Tampoco sé qué fue lo último en lo que
pensó, quién fue la última persona que se le pasó por la
cabeza, o qué esperaba encontrar tras la muerte. Me hubiera
encantado que el final de la vida de Manuela fuera diferente,
que el maltratador y no la maltratada fuera el que recibiera
el castigo de la soledad. También me hubiera encantado que su
familia le hubiera apoyado, que no le hubieran dejado de lado,
que hubieran escuchado sus gritos de auxilio, que le hubieran
salvado.
Una rosa por cada muerte, una rosa por cada vida que destrozan
los maltratadores, una rosa por cada mujer que no fue
escuchada, que no encontró el apoyo que necesitaba, una rosa
por Manuela y por todas las que como ella perdieron la vida a
manos del patriarcado.
Irene Cuadrado Martí
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